Comentario
Las tres grandes fábricas de tapices en Francia eran la de Gobelinos, la de Beauvais y la de Aubusson. Esta última, sin embargo, poco influjo ejerció en la historia de la tapicería del XVIII, ya que al no gozar de la protección real, lo que ganaba en independencia lo perdía en ayudas y encargos. Vivió de copias y préstamos, especializándose en la guarnición de sillas.Durante el XVIII va dejando de usarse el tapiz como algo que se cuelga delante de una pared, para insertarse en ella, enmarcado como si fuera un cuadro. Cada vez se da más intervención a los pintores (Oudry, Boucher), que exigen la copia exacta del cartón. Se alcanza una excepcional pericia técnica, pero el artesano pierde libertad y por lo tanto originalidad. El tapiz intenta ser un cuadro de caballete, se orienta a una concepción pictórica. En el intento de dar una mayor realidad se utilizarán tintas químicas para conseguir mayor gama de tonos, lo que ocasiona un más rápido deterioro del tapiz.Al principio se mantiene el estilo decorativo de Berain y del maestro de Watteau, Claude III Audran, pero pronto se utilizan los nuevos temas que puso de moda la pintura (escenas pastoriles, teatro, temas exóticos). Al tiempo la escena se va reduciendo de tamaño hasta reducirse a un medallón central, adquiriendo el enmarcamiento más amplitud y en donde se deja al artesano mayor libertad. Este es el caso de la Historia de Don Quijote, comenzado a tejer en 1728 siguiendo los cartones de Charles-Antoine Coypel.En los grandes tapices se mantiene todavía el tema de Historia, inaugurado por Le Brun en el anterior siglo: la Historia de Ester, de De Troy, o las Cacerías del Rey, de Oudry. Sin embargo, el nuevo gusto prevalece, se multiplican las pequeñas piezas, la decoración de rocalla domina y las composiciones repiten la mitología amable y los típicos temas del Rococó.El importante puesto que ocupa Boucher en el tapiz del siglo XVIII, director de pintura primero en la Manufactura de Beauvais y luego en la de los Gobelinos, ya lo he comentado al hablar de su pintura. Unicamente recuerdo que algunas obras suyas esenciales fueron concebidas como serie de cartones. Destaco Fiestas italianas, Historia de Psique o Los Amores de los dioses.El gusto rococó persiste todavía unos cuantos años, al tiempo que aparecen nuevos temas como la !liada, entregados a Beauvais por Jean-Baptiste Deshays en 1761. Pero en los últimos años del reinado de Luis XV llega la crisis a las dos manufacturas que prácticamente se dedican a crear modelos de tapicerías para muebles.Aunque ya desde principios de siglo, tras el descubrimiento de Böttger en su fábrica de Meissen, se utilizaba en Sajonia la porcelana, en Francia hay que esperar hasta los últimos años del reinado de Luis XV para que empiece a poder competir con sus productos. Mientras, Saint-Cloud, Chantilly o Vincennes se limitaban a fabricar porcelana de pasta blanda. Esta última manufactura, la más importante de Francia fundada en 1738, se traslada por deseo de Madame de Pompadour a Sèvres en 1756 y a los pocos años Luis XV se convierte en el único propietario. Ya antes de su traslado había puesto de moda los fondos coloreados, lanzando sucesivamente y durante poco tiempo el azul, azul turquesa en 1752, al año siguiente el amarillo junquillo, en 1756 el verde manzana y ya en Sèvres, en 1757, el fondo rosa, que se ha venido en llamar el rosa Pompadour.A mediados de siglo el procedimiento del biscuit (bizcocho) permite la confección de figuritas de pasta blanca a imitación de la escultura que provocaría las delicias de la refinada clientela. Se hacen sobre modelos proporcionados por Duplessis, el orfebre del rey, y otros artistas, pero sobre todo por Falconet. Fue director de la manufactura de Sèvres desde 1757 a 1766 y, aparte de modelos originales suyos, aprovechó también composiciones de Boucher. El siguiente director, Bachelier (1766-1773) fue testigo del cambio de gusto, lo que incidió en el olvido de la rocalla y la inclusión de los motivos a la antigua.Pocas piezas de plata quedan del siglo XVIII pues, o bien desaparecieron durante la Revolución, o bien antes, con el vestiginoso cambio de modas, fueron fundidas para hacer nuevos modelos. Puede estudiarse, sin embargo, su evolución a través de los diseños conservados. En un primer momento se mantiene el sentido arquitectónico de la época anterior, durante la Regencia empieza a adoptar un carácter más decorativo, para acabar durante el reinado de Luis XV en una febril y asimétrica composición.Uno de sus máximos inspiradores fue Juste-Aurèle Meissonnier; en 1724 fue nombrado orfebre del rey y dos años después dibujante del cabinet real. El mejor ejemplo de interpretación de sus dibujos es un candelabro de plata conservado en París en su Museo de Artes Decorativas, realizado por Claude Duvivier hacia mediados de la década de los treinta. Sin embargo, el más importante orfebre fue Thomas Germain (1673-1748), a quien sucedió su hijo François-Thomas. De este último es el servicio de José I, encargado por los Braganza en torno al año 1758 y que se encuentra en Lisboa.La reacción contra los excesos decorativos y las fantasías del Rococó no se hizo esperar, ya en 1754 Cochin, el grabador que había acompañado al Marqués de Marigny a Italia cuatro años antes, vierte sus duras críticas en la "Supplication aux orfebres". Entre otras muchas súplicas, ruega "a los orfebres, cuando tallen encima de la tapa de una fuente una alcachofa o una rama de apio de tamaño natural, que eviten al menos poner al lado una liebre del tamaño de un dedo".