Época: UnidadGrecia
Inicio: Año 334 A. C.
Fin: Año 323 D.C.

Antecedente:
Alejandro y el Imperio Universal



Comentario

Una vez que Alejandro hubo restaurado el poder macedónico en el continente, emprende lo que en principio había de ser la continuación de la obra en que la muerte había sorprendido a su padre. La campaña se inicia en el año 334 con el paso del Helesponto. De hecho, los primeros contactos de Alejandro en las costas occidentales de Asia Menor fueron los establecidos con los griegos de la zona, cuya historia reciente les había dado una especial configuración. Las relaciones específicas, establecidas con los persas desde la paz del Rey, habían servido para consolidar regímenes oligárquicos o tiránicos dependientes, en los que era difícil avivar sentimientos de rebelión. Así, como de entrada las ciudades griegas no mostraban especial entusiasmo por acoger al macedonio que se presentaba como liberador, Alejandro optó por emprender directamente la vía militar, para lo que se dirigió hacia el este y se enfrentó a las tropas persas en la batalla de Gránico, en la Frigia Helespóntica. La victoria, indiscutible, abrió para los ejércitos de Alejandro las puertas de Asia Menor, donde las ciudades griegas comenzaron a reaccionar de manera diferente y a buscar la alianza con Alejandro, a través de modificaciones internas que se definen como formas de democratización. En los documentos conservados gracias a la epigrafía, Alejandro aparece como firmante unido a los griegos, con lo que se da a su empresa un carácter panhelénico, desprendido de la realeza macedónica, para identificarse con el conjunto de los helenos y con su propia persona individualmente. Él y los griegos serán los protagonistas de las primeras campañas y los promotores de un nuevo marco de encuadramiento de las ciudades asiáticas. Alejandro llegó por el sur hasta Sardes y Éfeso, donde favorecía igualmente sistemas denominados democráticos bajo la vigilancia de Alejandro mismo.
Sin embargo, un griego, Memnón de Rodas, típico producto de las formas de colaboración que se vienen anudando entre persas y griegos de Asia a lo largo del siglo IV, fue el encargado de organizar la contraofensiva, de modo que recuperó el control sobre gran parte de las Cícladas y, especialmente, sobre las ciudades de las islas de Quíos, Rodas y Lesbos. Alejandro, una vez sometida a control la zona suroccidental de Asia Menor, se dirigió hacia el interior de nuevo y tuvo que atender, aunque sólo desde lejos, las necesidades de la flota a la que ya había dado de lado, como factor secundario en su nuevo empeño. Sin embargo, la muerte de Memnón y las necesidades del Rey de concentrar fuerzas para volver a intentar la resistencia a la penetración grecomacedónica hicieron innecesaria la acción, de modo que, desde lejos y con el apoyo de su prestigio creciente en las acciones dentro del territorio persa, los griegos se reestructuraron en la Liga de Corinto, con la entrada de las ciudades liberadas, de las que se expulsaba a los tiranos, se hacía volver a los exiliados, naturalmente a los que lo habían sido por las tropas aliadas de los persas y no a los exiliados por la acción de los macedonios, y se organizaba un nuevo sistema en que el demos compartía teóricamente el control de la situación con Alejandro mismo. Arriano habla de leyes democráticas bajo la vigilancia de Alejandro.

Alejandro continuaba entre tanto su expedición de control de los territorios de Asia Menor, por Gordion, donde tuvo lugar el famoso episodio consistente, para la mayoría de las fuentes que retratan un Alejandro valeroso y afortunado pero violento, en el corte tajante del famoso nudo que se le ofrecía como obstáculo, mientras que para Aristóbulo, autor de una imagen de Alejandro serena e inteligente, modelo del tipo de emperador que en sus tiempos le gustaría ver gobernando el imperio romano, el rey habría desatado hábilmente el nudo. Luego descendió hasta llegar a Tarso, de nuevo en la costa del Mediterráneo, donde ya podía entrar en contracto con los refuerzos que había hecho transportar a Siria.