Época: China3
Inicio: Año 1644
Fin: Año 1911

Antecedente:
Dinastía Qing: el ocaso de un imperio

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

La nueva capital establecida, con algunos intervalos, en Beijing desde el siglo XIII, favoreció el desarrollo de todas las artes, incluyendo la industria de la seda a través de una rica y compleja indumentaria, sujeta a un código estricto en cuanto a formas y decoración.
La dinastía Yuan, en su política de integración con el pueblo chino, no tardó en adoptar el vestuario tradicional, enriqueciendo en colorido y diseño la austera indumentaria correspondiente a su carácter nómada. Largas túnicas de anchas mangas se decoraron con dragones y fénix, los símbolos más antiguos de la tradición china; a diferencia de los chinos, los mongoles se cubrían la cabeza con gorros rectangulares, mientras que las mujeres de la corte prefirieron altos sombreros (66 cm de altura), denominados guguguan, decorados con bordados y joyas.

La victoria sobre los mogoles y la instauración de una dinastía propiamente china, la Ming, provocó una mirada hacia atrás que devolviera al país sus orígenes históricos, filosóficos y artísticos. La dinastía Han fue su modelo de inspiración en todos los aspectos referidos a la indumentaria. Los códigos de colores, formas y motivos decorativos revivieron en la corte Ming; en 1393 se publica la "Enciclopedia de reglas y códigos, de la dinastía Ming" (Ming Hui Dian), en la que se establecen los diferentes tipos de indumentaria atendiendo a la categoría social de las personas, de manera que se identificaran visualmente de una manera inmediata y certera. Un funcionario de la corte utilizaba como prendas básicas las túnicas sobrepuestas y el tocado; durante las jornadas cotidianas de la corte, el sombrero debía ser de gasa negra, mientras que en las celebraciones más relevantes, como los ritos de sacrificio, debía emplear el rojo en su vestimenta y adornar su tocado y cinturón. Algunos ejemplos nos ayudarán a comprender el sutil entramado del código chino. Al primer rango de funcionario le correspondía el tocado con siete cintas con motivos de nubes y fénix, mientras que el cinturón debería estar adornado con jade. Al segundo rango le correspondía un número menor de cintas y un cinturón con motivos de rinoceronte; conforme se descendía en rango, la indumentaria era más sencilla, hasta llegar al octavo y noveno rango, a los que sólo se les permitía una cinta y un único motivo decorativo: una pareja bicolor de patos mandarines.

La indumentaria, diferenciada no sólo por categorías, sino también por sexos, se componía de diferentes prendas superpuestas unas sobre otras, donde las variaciones se introducían en la calidad de las telas y sus motivos decorativos. La indumentaria masculina de la dinastía Ming se componía de túnicas, chaquetas, turbantes y calzado, con marcadas diferencias. Así los funcionarios de la corte tenían adscritos diferentes colores según sus categorías; del primer al cuarto rango el color debía ser el carmesí; al quinto y al sexto correspondía el azul, mientras que el octavo y noveno usaban el verde. Los letrados portaban gorros diferentes a los de los funcionarios y comerciantes y éstos, a su vez, distintos que los del pueblo llano.

Las mujeres buscaron su inspiración en el vestuario de las dinastías Tang y Song, basado en la superposición de prendas, el uso de faldas y largos chalecos sin mangas que les permitían mostrar las diferentes telas de las ropas superpuestas. Su categoría social, derivada de su calidad de madres o mujeres de funcionarios o príncipes, condicionaba la elección de colores, telas y motivos decorativos, fijados en el código ya mencionado. Así, en las ceremonias o audiencias de la emperatriz, debían portar una corona de fénix, capa rosa y capa corta de mangas anchas. Por el mismo motivo las mujeres del pueblo no podían llevar otra ropa que telas sencillas sin ningún adorno de oro, y atendiendo a los siguientes colores: púrpura, rosa o verde; en ningún caso podían utilizar el violeta y carmesí o el amarillo.

Durante la dinastía Ming continuó la tradición de vendar los pies a las niñas, como símbolo tanto de refinamiento como de fetiche sexual. Estos pies diminutos, debido a su deformación, exigían un calzado arqueado, sobre elevadas suelas, realizadas en madera, siendo el material del calzado sedas bordadas, apenas visibles bajo el largo de sus faldas.

La última dinastía, la Qing, aportó a la tradición china las costumbres manchúes, tales como el uso de prendas anchas adecuadas a las monturas de caballos y el gusto por la incorporación de elementos propios de la indumentaria militar. Todo ello no restó vigencia al estricto código recuperado con la dinastía Ming, tal y como lo demuestran las fuentes documentales para su estudio: pinturas, tratados, novelas e incluso fotografías realizadas a comienzos del siglo XX

Tanto el emperador como la emperatriz se ajustaron estrictamente a los cánones establecidos; en cuanto al color, el amarillo, reservado para uso imperial, era el utilizado para las grandes ceremonias, salvo en aquellas dedicadas al cielo, el sol y la luna, en los que el emperador debía vestir de azul, rojo y blanco, respectivamente. El motivo decorativo principal de las túnicas reservadas al emperador fue el dragón con cinco arras, repetido en número de nueve (dos en los hombros, cinco en el talle, uno en la espalda y el último en el pecho), emergiendo de sinuosas líneas de colores -símbolo del agua- y tratando de alcanzar la perla de la inmortalidad, todo ello como alusión a la unidad eterna y la prosperidad del imperio. A diferencia de las anchas mangas de los emperadores de la dinastía anterior, los Qing estrechan el puño, dándole forma de pezuña de caballo.

La emperatriz utilizaba en las ceremonias la misma túnica de dragón que el emperador, mientras que los días ordinarios podía lucir otros motivos como el fénix, los caracteres de la doble felicidad o las cien mariposas. Respecto a las mujeres chinas, las manchúes se diferenciaban por el rechazo de la práctica de vendar los pies a las niñas, pudiendo utilizar zapatos de altos tacones, así como por el uso de peinados altos con gran profusión de joyas.

Los funcionarios incorporaron a sus túnicas exteriores unas piezas cuadradas bordadas con los animales que les correspondían por su rango; así los de primer grado mostraban una grulla, un faisán, los de segundo, el pavo los de tercer rango, la oca salvaje era el símbolo de los de cuarto grado, el lofóforo para el quinto grado, la garzota para el sexto y el pato mandarín, la codorniz y el pájaro de larga cola para los funcionarios de séptimo, octavo y noveno rango, respectivamente. Para diferenciarse de éstos, los funcionarios militares debían llevar bordados animales, todos ellos diferentes según su categoría, entre los que cabría citar: el león, el qiling, el leopardo y el tigre. Accesorios como sombreros, joyas, cinturones, fundas de abanicos, tabaqueras, etc., estaban sometidos a las mismas exigencias del código de indumentaria.

La importancia del cumplimiento de estos códigos de indumentaria, símbolo de un sistema político y social, conoció su declive tras la Guerra del Opio (1840) y el inicio de los cambios políticos en China a fines de siglo. Los jóvenes que regresaban tras sus estudios en el extranjero, fueron los primeros en desobedecerlos, incluso bajo la amenaza de la pena mayor. El corte del cabello y la adopción de vestimentas occidentales constituyeron los símbolos visibles del cambio. En 1911, tras derrocar al último emperador, se ordenó terminar con la humillante costumbre masculina de la trenza, así como se abolieron todas aquellas normas que discriminaban, por su indumentaria, a los ciudadanos.