Época: Batalla por Berlín
Inicio: Año 1945
Fin: Año 1945

Siguientes:
¿Hitler lo sabía?
Las esperanzas del Führer
La muerte de Roosevelt
"Alemania es indigna de mi"
Hitler prefería a Stalin
En el bunker
El IX Ejército, cercado
Un anciano decrépito
La estampida

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

Los soldados de Koniev y de Zhukov avanzaban a sangre y fuego por las calles de Berlín, aplastando la resistencia con sus tanques y cañones y asando con sus lanzallamas a los más fanáticos combatientes, que preferían morir en sus refugios antes que entregarse.
Ni unos ni otros estaban dispuestos a ceder. Los atacantes soviéticos, impulsados por un tremendo deseo de venganza y por una abrumadora superioridad en hombres y medios, no dejarían que la victoria se les escapase cuando tan cerca estaban del final. Oleada tras oleada eran lanzados hacia adelante, empujados por sus oficiales y comisarios, con una buena ración de alcohol en el estómago y la esperanza de botín (1). Sus bajas eran impresionantes, pero las reservas de Zhukov y Koniev parecían infinitas.

Según cálculos alemanes, desde el comienzo de la ofensiva del Oder, el 16 de abril, hasta el día en que los soldados de Koniev y Zhukov enlazaron al oeste de Berlín, el 22 de abril, las fuerzas soviéticas habían perdido 100.000 hombres, cerca de 1.500 tanques y un millar de aviones. Tremendo castigo, sin duda, pero asumible dentro de los presupuestos bélicos de Stalin. Para proseguir su ofensiva hacia el Elba y tomar Berlín, Austria y Checoslovaquia y aniquilar las últimas bolsas de resistencia alemana en el Este, Moscú manejaba cinco grupos de ejércitos que habían cubierto sus bajas y afrontaban la última fase de la guerra con más de tres millones de hombres, más de 10.000 tanques y más de 20.000 aviones.

En el frente norte, desde el río Neisse hasta el mar Báltico, concentraban los soviéticos tres grupos de ejércitos, mandados de norte a sur, respectivamente, por Rokossovsky, Zhukov y Koniev, cuya superioridad sobre el Grupo de Ejércitos Vístula era de 3 a 1 en hombres; de 5 a 1 en tanques; de 7 a 1 en artillería; de 20 a 1 en aviones. Disponían, además, de grandes reservas de municiones y combustible, mientras los alemanes racionaban sus proyectiles y, con frecuencia, tenían en el suelo sus escasos aviones por falta de carburante.

El Grupo de Ejércitos Vístula, mandado por Henrici, había padecido en el Oder menores pérdidas que sus enemigos, pero después de seis días de lucha se había quedado sin reservas y escaseaban sus municiones y gasolina.

El 22 de abril el 1.° Ejército (Busse) quedaba cercado; el III Ejército panzer (Manteuffel) estaba amenazado de cerco; el V Ejército panzer (Grässer) era rechazado hacia el Elba... En definitiva, el frente del Oder se había desplomado y Berlín quedaba convertido en una isla de resistencia.

La defensa de la ciudad estaba encomendada a las milicias compuestas por casi niños de 16 y 17 años y casi ancianos de hasta sesenta años (2). Completaban este lamentable ejército la policía, los guardias municipales, los funcionarios, las escoltas SS de las personalidades del partido, etc. En total, unos 90.000 hombres mal equipados.

El avance soviético lanzó dentro del perímetro defensivo de la ciudad a un número de soldados difícil de precisar, pero que se estima entre 80.000 y 100.000. En suma, cerca de 200.000 defensores escasos de armas pesadas, de munición y, en buena parte, carentes de adiestramiento preciso.

Cuando su derrota ya era clara y sólo cuestión de tiempo, Hitler comenzó a convocar ejércitos en su auxilio. Ordenaba a Schoerner que quebrara la tenaza soviética desde el Sur; a Busse, que rompiera su embolsamiento en el Este; a Steiner, que penetrase desde el norte; a Wenck, que rompiera el cerco por el oeste, volviendo su 12 Ejército desde el Elba... Todos, en la medida de sus fuerzas, hubieran deseado hacerlo; algunos incluso lo intentaron y fracasaron. Ya era tarde. ¿Cómo se había llegado a esta situación?... dos semanas más tarde se rendía Alemania y 3 millones de hombres depusieron las armas: la mitad de ellos no libró la última batalla de la guerra ¿por qué?

Tras el fracaso de Las Ardenas, para la mayoría de las cabezas lúcidas que quedaban en Alemania era claro que la guerra estaba perdida. Guderian no abrigaba ninguna esperanza; Speer, tampoco; los industriales, con sus fábricas pulverizadas y sin suficientes materias primas, sabían que el colapso no tardaría en llegar y difícilmente suministros de municiones y algunas armas para el primer semestre de 1945 o, a lo sumo, durante todo el año... Respecto al combustible, la situación era peor debido a los masivos bombardeos aliados sobre refinerías y campos petrolíferos.

A comienzos de 1945 la Wehrmacht aún disponía de más de cuatro millones de hombres sobre las armas, pero los aliados alineaban en el frente más de 8 millones. La producción alemana de carros de combate, de gran calidad, era inferior 1 a 4 a la de los aliados, que también fabricaban modelos que podían competir e incluso superar a los alemanes (3).

Sus aviones de bombardeo eran insignificantes frente a los de los aliados, pero sus cazas a reacción, aunque escasos, eran superiores a lo mejor del arsenal angloamericano; el problema en el aire era triple para Berlín: inmensa inferioridad numérica (1 a 15 en el mejor de los casos), deficiencia en el adiestramiento de pilotos y gran escasez en el suministro de combustible.

En el mar, el poderío alemán había desaparecido, pero estaban a punto de salir de los astilleros los nuevos submarinos de gran radio de acción dotados de schnorkel en los que se depositaban grandes esperanzas, aunque nadie creyera que podían dar un vuelco a la contienda.

En suma, la inferioridad alemana era manifiesta, pero aún disponía de bazas importantes para mantener su resistencia y hacer penosísima la victoria aliada. Para los dirigentes más sensatos del III Reich, era el momento urgente de negociar un armisticio. Más aún, de abandonar toda presencia militar fuera de Alemania y agrupar todos los ejércitos en defensa de las fronteras nacionales. En el Oeste, mantener una mera batalla defensiva y en el Este, volver a la guerra de movimientos y destrozar el poder ofensivo del Ejército Rojo, única posibilidad de librar a Alemania de una hecatombe... Quien más, quien menos, todos los responsables alemanes estaban al corriente de la crueldad desarrollada por sus ejércitos y policía durante la campaña de Rusia y todos suponían que los ejércitos de Stalin estarían dispuestos a tomarse cumplida venganza.

Hitler, sin embargo, se mostró inflexible ante los proyectos que se le presentaron para abandonar zonas tan lejanas como Curlandia, Yugoslavia, Noruega... para todo había un pretexto: o eran estratégicamente muy importantes, o entretenían fuerzas del enemigo, o condicionaban la continuación de la entrega de materias primas por parte de los países vecinos...

El querer abarcarlo todo con fuerzas tan limitadas y ante competidores tan poderosos determinó el derrumbamiento de todos los frentes y la derrota en tan sólo 4 meses.