Comentario
La política cartaginesa sobre los territorios controlados en Hispania no se modificó en sus líneas fundamentales con la sucesión de Asdrúbal por Aníbal. Este introduce la novedad de la estrategia global destinada al asalto de Italia. Uno de los preparativos más importantes se orientó a la ampliación de zonas de influencia en la Península y, dentro de este propósito, se inserta la gran expedición de Aníbal desde el sur hasta la Meseta Superior (años 221-220 a.C.). Con un gran ejército, bien equipado, que incluía a elefantes como máquinas de guerra, Aníbal parte del valle del Guadalquivir, sigue la Vía de la Plata hasta Salmantica (Salamanca) y Arbucola (un enclave cercano a Zamora) para emprender un viaje de retorno salpicado de enfrentamientos con los olcades y con pueblos de ambas Mesetas en los vados del Tajo. La expedición de Aníbal no se planteó solo como una exhibición de fuerza para mantener amedrentados a esos pueblos. El control del Sur peninsular por Aníbal incluía el del monopolio de los grandes centros productores y distribuidores de sal. Y tanto vettones como carpetanos y celtíberos eran grandes consumidores de sal: hemos calculado que el consumo medio de sal por persona y año era de 28-30 k. (computando naturalmente la sal necesaria para los ganados, el curtido de pieles, la cura de embutidos, los usos medicinales y el consumo humano). En la expedición de Aníbal no se buscaban sólo los efectos de una gran exhibición militar. Sin obligar a los pueblos por donde pasaba a un sometimiento político pleno a Cartago, buscaba una alianza incondicional de los mismos y cuantos apoyos humanos pudiera recabar para sus futuras campañas. Por lo mismo, el ejército de Aníbal tuvo que emplearse para tomar algunas ciudades/castros como Salmantica, Arbucola, la capital de los olcades, Altheia, y otras, así como para luchar en los vados del Tajo contra un ejército confederado de vettones, carpetanos, olcades y celtíberos.
Como resultado de esas intervenciones, las tropas de Aníbal siempre obtenían botín de guerra; Aníbal llegó incluso a exigir dinero como compensación de los gastos militares: sólo a la población de Salmantica se le impuso el pago de 300 talentos de plata que, al decir de Polieno (7, 48), terminaron por no pagar los salmanticenses. Pero el objetivo principal de la expedición se cumplió: esos pueblos pudieron seguir comprando sal a cambio de sus productos agropecuarios, pero quedaban obligados por una alianza de colaboración militar con Aníbal, al que ofrecían auxiliares para su ejercito. Para garantizar la fidelidad de los mismos, Aníbal comienza a emplear masivamente un método que va a ser habitual durante estas guerras: exigir a las poblaciones indígenas la entrega de rehenes, generalmente miembros de las importantes familias locales. Parte de las tropas auxiliares se convierten en rehenes al ser enviados para reforzar el ejército cartaginés de Africa (Polibio, 3, 33, 7). Según una noticia de Livio (21, 21), fueron llevados a Cartagena 4.000 jóvenes en calidad de rehenes. Con esta expedición, Aníbal comienza a disponer de la capacidad defensiva de gran parte de la Península y no sólo de la de las áreas del Sur y Sudeste que estaban bajo su control directo. En adelante, los hispanos constituirán uno de los pilares básicos del ejército de Aníbal en todas las luchas de Italia y hasta el fin de la II Guerra Púnica con la batalla de Cannas.