Comentario
Tanto los romano-itálicos que se habían ido asentando en Hispania como las poblaciones indígenas mantuvieron una vinculación condicionada a César o a Pompeyo. Así, mientras César dedicó toda su actividad a la conquista de las Galias (años 58-51), Pompeyo se ganó a muchos partidarios en la provincia Ulterior. Y tan pronto se iniciaron las hostilidades, cada ciudad de Hispania fue replanteando su orientación política en favor de César o de Pompeyo.
El año 49, Pompeyo controlaba las dos provincias hispanas. Asegurado el dominio de Italia, César trajo a sus tropas a la Península. Ante la imposibilidad de mantener Ilerda (Lérida), Afranio, legado de Pompeyo, entrega la Citerior a César con todas sus tropas. Tampoco Varrón, el legado pompeyano de la Ulterior, pudo resistir el empuje de César, a quien entregó sus dos legiones sin presentar batalla.
A pesar de mantenerse Hispania bajo el dominio de César, la guerra volvió a resurgir. El pretexto para la recuperación de los pompeyanos lo proporcionó el legado de César para la Ulterior, Q. Casio Longino, quien se venía distinguiendo por su arbitrariedad y por someter a los provinciales a un expolio sistemático. Por más que César sustituyó a Longino por Trebonio, a quien no se le conocían malas tretas, los hijos de Pompeyo ya habían conseguido ganarse la voluntad de muchos partidarios. César tuvo que volver a la Península para enfrentarse de nuevo con tropas pompeyanas.
Los hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto, habían reclutado a gran parte de sus tropas entre las poblaciones de Hispania.
Con el fin de ganar tiempo para que sus partidarios de Italia y de otras provincias se reorganizaran, aplicaron una estrategia de resistencia: se amparaban en las murallas de las ciudades y evitaban un enfrentamiento abierto en el campo de batalla contra las tropas experimentadas de César. Pero la conquista de las Galias había exigido responder también a esta estrategia. Y si César había tomado ciudades tan fortificadas como Alexia con sus máquinas de guerra, no dudó en ir tomando una a una las ciudades pompeyanas de la Ulterior, Ucubi, Ventippo, etc. Finalmente, el ejército pompeyano se vio obligado a aceptar un enfrentamiento final junto a Munda (Montilla, Córdoba) el año 44. El hijo mayor de Pompeyo, Cneo, fue asesinado cuando huía de la masacre. El menor, Sexto, logró escapar para refugiarse en la Celtiberia.
Tras el asesinato de César, los herederos de su obra y continuadores de su política, organizados en un triunvirato (Antonio, Lépido y Octaviano), mantuvieron el control político y militar sobre el mundo romano desde el 43 al 30 a.C. En la fase inicial del triunvirato, aún tuvieron que enfrentarse al hijo menor de Pompeyo, Sexto, quien reorganizó a los restos pompeyanos teniendo a la Hispania Ulterior como base principal de sus operaciones hasta el año 36 a. C. El estudio de las monedas acuñadas en Hispania por Sexto con su nombre o con el de sus lugartenientes desvela bien su control sobre ciudades del Sur así como su propaganda, en la que se presenta como continuador de la política de su padre.
Las fidelidades a la causa pompeyana surgían entre los damnificados por César o sus legados. La política de colonización y municipalización del programa cesariano, completada por los triunviros, incluía premiar a las ciudades aliadas de su causa y marginar o castigar a aquellas que habían apoyado abiertamente a los pompeyanos. Pero también había fidelidades formalmente más políticas en una sociedad romanizada como la del Sur peninsular, cuyos componentes distinguían bien las ventajas que podía ofrecer el modelo de administración pompeyana que contaba como elemento básico la protección de los grandes propietarios. En todo caso, el éxito de Sexto Pompeyo residía también en que, como fue Sertorio en años anteriores, se había convertido en el refugio de todos los huidos del régimen de César y, sobre todo, de los huidos de las proscripciones decretadas por los triunviros.
Los acontecimientos de las Guerras Civiles desvelan el interés de y por Hispania en la estrategia general de la política romana. El potencial económico, ante todo el de sus minas, la posición geográfica en un momento histórico en el que el eje cultural y económico estaba en el Mediterráneo y también el grado de romanización de muchas ciudades del Sur y Este ayudan a entender el interés de cesarianos y pompeyanos por Hispania. Y si ya se venía produciendo una importante emigración de Italia a Hispania desde las últimas décadas del siglo II a.C., las Guerras Civiles de fines de la República aceleraron tal emigración. La masiva presencia de tropas romanas en Hispania -sólo los pompeyanos disponían de siete legiones en el 49 a.C. supuso una carga gravosa, pero también una coyuntura favorable para la romanización de Hispania. La amplia obra de César creando colonias de ciudadanos romanos o concediendo el estatuto de municipio romano a ciudades hispanas desvela el alto grado de romanización de muchas poblaciones del Sur y del Este.
El fin de la República romana tiene su fecha simbólica en la batalla de Accio del año 30 a.C., cuando las tropas de Octaviano salen victoriosas en su enfrentamiento con las mandadas por Antonio. Octaviano queda como dueño único del Imperio y, bajo la forma de restaurar la República, crea el nuevo régimen del que él es el primer emperador.