Época: Reconquista
Inicio: Año 711
Fin: Año 900

Antecedente:
De Covadonga a la Reconquista



Comentario

Las poblaciones montañesas del Norte, y en parte también los carolingios, se oponen a Córdoba como antes se habían enfrentado a Toledo, pero la religión establece claras diferencias entre musulmanes y visigodos y con el tiempo la guerra de la montaña contra el llano, la guerra de los pueblos poco romanizados -en los que predomina la libertad personal y la propiedad individual-, contra Roma y Toledo -contra los patricios romanos y los nobles visigodos-, se transformará en una guerra de religión o, por utilizar un término de todos conocido, se transformará en la Reconquista, cuyo sentido fijarán para siempre, de un modo claro, los clérigos de origen o de formación mozárabe que se mueven en el entorno de Alfonso III de Asturias en los años finales del siglo IX, cuando la revuelta generalizada de los muladíes de al-Andalus hace creer que el poderío cordobés está próximo a su fin. Una vez más, la historia de los territorios del Norte es inseparable de la de al-Andalus: lo que ocurre en Córdoba repercute de una manera casi automática en Asturias, Pamplona, Aragón o los condados catalanes. Los clérigos que elaboran y fijan la teoría de la reconquista proceden del mundo islámico, y a este mundo pertenecen los muladíes, que con sus revueltas permiten creer en la posibilidad de recuperar, de reconquistar, los territorios visigodos y volverlos a la fe cristiana.La consolidación de la dinastía omeya en al-Andalus lleva aparejada una profunda islamización del territorio, una presencia cada vez mayor de sabios procedentes de Oriente y un mayor nivel cultural de la población musulmana que, consiguientemente, cada vez necesita menos la colaboración de los mozárabes en cuyas manos había estado la administración de al-Andalus desde los tiempos de la conquista. Esta pérdida de importancia cultural y social de los mozárabes se traduce en la transformación de las iglesias en mezquitas y en la adopción por los jóvenes cristianos de las costumbres, formas de vestir y formas de vivir de los musulmanes, según recordará Alvaro de Toledo, apologista de los mozárabes que llevaron su oposición al Islam hasta el punto de buscar el martirio: "Mientras nos deleitamos con sus versos y fábulas orientales..., mientras nos esforzamos por conocer sus doctrinas y las sectas de sus filósofos..., ¿quién entre nuestros fieles laicos lee los textos sagrados o las obras de los santos doctores escritas en latín? ¿Acaso no hay muchos jóvenes cristianos que... atraídos por la lengua arábiga buscan ávidamente los volúmenes de los Caldeos, los leen con atención, discuten apasionadamente... e ignoran la belleza eclesiástica despreciando como viles los manantiales de la iglesia...? Desconocen los cristianos su religión e ignoran los latinos su lengua de manera que en toda la Cristiandad apenas hay uno entre mil capaz de escribir razonablemente cartas de saludo y son innumerables los eruditos capaces de explicar las pompas caldeas de las palabras..."Unos imitan la cultura musulmana en un inconsciente o consciente deseo de igualarse a los musulmanes, y otros intentan reafirmar su personalidad acentuando las diferencias, profundizando en los libros sagrados y realizando una intensa labor de proselitismo para convencer a sus correligionarios de la necesidad de mantener las costumbres, la cultura y la religión tradicionales. Esta segunda corriente provocaría choques dialécticos entre mozárabes y musulmanes exaltados; los primeros hacen oír su voz contra el Islam y contra su profeta, y los segundos recuerdan que esta acción lleva aparejada la pena de muerte en la legislación musulmana, y exigen su cumplimiento.Acceden así al martirio, a la muerte voluntariamente buscada, a partir del año 850, personajes como el presbítero cordobés Perfecto, el levita Sisenando, el diácono Pablo, los monjes Isaac y Teodomiro, las vírgenes Nunilo y Alodia... o Sancho, presentado por Eulogio de Córdoba como "un laico adolescente, capturado en otro tiempo en la región de Alava... y libre ahora entre los jóvenes soldados del rey", es decir, miembro de la guardia eslava de los emires, formada por los esclavos capturados o comprados en el Norte.Aunque todos y cada uno dan testimonio de su fe a título individual y en ningún momento puede hablarse de revuelta de los mozárabes sino de búsqueda personal del martirio, la extensión del movimiento y el apoyo indirecto de la población convierte el martirio en un problema político que Abd al-Rahman II conjura ordenando una dura persecución y, por otro lado, pidiendo a los obispos, reunidos en concilio en Córdoba, que desautoricen el martirio y desacrediten a los dirigentes intelectuales del movimiento. De desprestigiar a Eulogio se encarga un cristiano, el exceptor, recaudador de impuestos al servicio del emirato, Gómez, definido por Eulogio como "cargado de vicios y de riquezas, cristiano sólo de nombre, y por sus obras ignorado de Dios y de sus ángeles, enemigo, detractor, marginador e infamador del combate de los mártires, inicuo, fatuo, soberbio e impío". Sus palabras convencieron a los padres conciliares para que anatematizaran a los mártires y disuadieran a sus posibles imitadores recordándoles que no era lícito buscar la muerte, que el martirio era en realidad un suicidio encubierto. Abd al-Rahman moriría poco más tarde, y su hijo Muhammad, el mismo día en que ascendió al trono, "ordenó a los cristianos que renunciaran a sus cargos en palacio, los privó de su dignidad y destituyó de sus honores" a cuantos, como el recaudador Gómez, no se convirtieron al Islam para conservar sus puestos y privilegios.