Comentario
En connivencia con Pompeyo, César tomó una decisión, dirigida contra Cicerón: hicieron que Clodio (que pertenecía a la ilustre familia de los Claudios) fuera adoptado por una familia plebeya, la de Fonteio, para que pudiera presentarse aquel verano al tribunado. Se trataba de una adopción ficticia pero era la vía más segura para neutralizar a Cicerón. Clodio había sido protagonista, poco antes, de un episodio importante sobre todo porque selló las malas relaciones entre éste y Cicerón. En el 62, durante la pretura de César, se había disfrazado de mujer e introducido en ciertos ritos religiosos -las matronalia- en los que sólo podían participar mujeres y que se celebraban en casa de César. Descubierto por la madre de César, fue llevado a juicio por sacrílego. Corrían rumores de que mantenía relaciones amorosas con Pompeya, la segunda mujer de César. Clodio fue absuelto, en parte por la aquiescencia de César que declaró no tener conocimiento de nada y, de forma decisiva, por los sobornos que se distribuyeron entre los miembros del jurado. César se divorció de Pompeya y selló una estrecha relación con Clodio, que se pasó a sus filas fervorosamente. Pero Cicerón había actuado durante el juicio como acusador y su ácido sarcasmo contra Clodio despertó el implacable odio de éste. El tribuno P. Vatinio hizo votar un plebiscito de provincia Caesaris por el cual se asignaba, extraordinariamente y por cinco años, el gobierno de la Galia Cisalpina, del Ilírico (con tres legiones y el derecho a designar legados) y de la Galia Narbonense, con una cuarta legión. Esta última fue añadida a instancias de Pompeyo. Cuando César partió para las Galias, al finalizar su consulado, había estrechado sus vínculos con Pompeyo, que se había casado con su hija Julia y dejaba como tribuno de la plebe a Clodio. Éste acometió contra Cicerón, apenas accedió al tribunado, planteando la cuestión de la ejecución de los conspiradores amigos de Catilina. Al ejecutarlos sin juicio, sostenía Clodio, Cicerón había violado la ley y debía, a su vez, ser ejecutado. A estas acusaciones se añadían, como confirma el propio Cicerón, el hostigamiento de una serie de matones, amigos de Clodio o pagados por él, que hacían peligroso incluso el tránsito de su casa al Senado. Cicerón se vio obligado en el 58 a exiliarse en Epiro y Clodio confiscó sus propiedades. Catón fue también neutralizado durante algún tiempo, ya que se le encomendó la misión de expulsar a Ptolomeo de la isla de Chipre y allí permaneció hasta fines del 56 a.C. El tribunado de Clodio intentó, a través de toda una serie de medidas legislativas, dotar de mayor consistencia a las bases populares con el fin de constituirlas en fuerza capaz de responder a la política senatorial. Entre las leyes que promulgó destacan la Lex de collegiis, que ampliaba el marco de las asociaciones o colegios a ciudadanos de condición humilde e incluso servil y una Lex frumentaria, que contemplaba distribuciones gratuitas de trigo a la plebe romana, encargando a un curator annonae la elaboración de las listas de los que tenían derecho a ellas. La influencia de Clodio en las clases populares no era sino la base sobre la que pensaba apoyarse y que le permitiría el ascenso a la pretura y al consulado. Pompeyo se encontraba en situación incómoda. Las victorias de César amenazaban la hegemonía de Pompeyo el Grande. Los optimates le presionaban con la esperanza de que una alianza con ellos podría inducirle a romper con César. Su enemistad con Clodio hacía que la amenaza de ruptura se perfilase como posible. En respuesta a las tensiones con Clodio, Pompeyo gestionó la vuelta del destierro de su antiguo protector, Cicerón, y le restituyó los bienes confiscados. Éste, a su vez, volvió a resucitar el ideal de una unión conservadora de todas las clases vinculadas por su lealtad con el Senado y guiada por patrióticos príncipes. Entre estos patrióticos príncipe podía encontrarse Pompeyo, el cual, sin duda, sentía la tentación de aceptar. Pero las amenazas del propio Cicerón y del cónsul del 56, L. Domicio Ahenobarbo, que pretendía despojar a César de su ejército y sus provincias y anular las leyes promulgadas durante el consulado de César, provocaron una ruptura que obligaba a Pompeyo a tomar una posición definida. Su opción fue condicionada por la rápida acción de César. En marzo del 56 a.C. se reunieron en Luca los triunviros y renovaron el pacto. Esta renovación implicaba, en primer lugar, que Craso y Pompeyo se presentarían al consulado para el año siguiente, elección que aseguraría la presencia en Roma de las tropas de César con licencia. Como cónsules se comprometían, a su vez, a prorrogar por un segundo quinquenio el mando provincial de César. Además, para el año siguiente al consulado, Craso se aseguraba el gobierno de la provincia de Siria y Pompeyo, el gobierno de Hispania, que se contaba con prolongar cinco años más. Partió Craso para Siria y murió un año más tarde, luchando contra los partos. Pero Pompeyo, que gobernó Hispania a través de legados, se quedó en las proximidades de Roma para explotar los acontecimientos políticos en favor suyo. La muerte de Julia, esposa de Pompeyo e hija de César, suponía la eliminación de un vínculo de unión entre ambos. La oligarquía senatorial, dirigida por Catón, se reorganizaba de nuevo y presionaba para inclinar a Pompeyo a sus filas y terminar con el doble juego de éste. Pompeyo resultaba para la nobilitas menos peligroso que César, tanto más cuanto que Pompeyo, al perder a su aliado y el apoyo popular, podría ser más fácilmente guiado e incluso eliminado si se resistía. En el 52 a.C. Clodio fue asesinado, con lo que la nobilitas conjuraba el peligro que implicaba la acción de este cesariano firmemente apoyado por la plebe. De hecho, tras su muerte, los tumultos populares que se desencadenaron llevaron a incendiar la Curia senatorial. Pompeyo fue proclamado -contando incluso con el apoyo de Catón- consul sine collega o, en otras palabras, dictador, aun cuando tuviese la precaución de evitar este nombre. El triunvirato ya no existía y los acontecimientos situaban ahora a los dos supervivientes en campos enfrentados. La primera victoria había sido para la nobilitas, logrando atraer a su bando el poder y prestigio de Pompeyo.