Época: Reinado Fernando VII
Inicio: Año 1814
Fin: Año 1820

Antecedente:
La primera restauración

(C) Rafael Sánchez Mantero



Comentario

Sea cual fuere la interpretación que se le quiera dar al Manifiesto de los Persas, lo cierto es que Fernando debió encontrar en él lo que buscaba para tomar la decisión de restablecer con todas sus consecuencias la Monarquía absoluta. De ahí, que el 4 de mayo firmase un decreto en el que, aun manifestando su rechazo de cualquier política de despotismo y de abuso de poder, anulaba todas las reformas aprobadas por las Cortes, incluida naturalmente la Constitución. A partir de ese momento se desató una acción contra los liberales que no siempre era achacable a una política represora organizada desde el poder, sino que muchas veces era producto de arrebatos radicales de personas incontroladas que actuaban en la impunidad, o incluso de venganzas personales de gente que había sufrido algún agravio durante la ausencia del Rey.
Los excesos de unos y otros se reproducirían en cada cambio de situación. Esta vez, el golpe de Estado del 4 de mayo desató una caza de liberales y la destrucción de todos los signos que hiciesen referencia a las reformas. En muchas ciudades fueron borradas o destruidas las placas que daban nombre a las Plazas de la Constitución, que volvieron a denominarse Plazas Mayores. Las Cortes fueron disueltas por el recién nombrado Capitán General de Castilla la Nueva y Gobernador de Madrid, Francisco Eguía y algunos diputados a Cortes fueron arrestados, así como muchos reformistas. Entre ellos, Argüelles, Calatrava, Muñoz Torrero y Quintana, mientras que otros tuvieron que marchar al exilio para escapar a estas persecuciones, como el conde de Toreno.

Este exilio liberal de la primera restauración se unió a la expatriación de los afrancesados que tuvieron que salir de España a raíz de la derrota napoleónica. Pero la salida de éstos respondía no sólo a las medidas que las autoridades -incluso antes del regreso de Fernando VII- habían emitido contra ellos, sino al odio que les profesaba la mayor parte de la población. Por eso, ante el peligro que corrían si optaban por quedarse, prefirieron emigrar a Francia a la espera de que un cambio de situación les permitiese volver a su país. Según Artola, el número de expatriados que se establecieron en Francia se calcula alrededor de 12.000 familias. Para su sustento tuvieron que depender en su mayor parte de los subsidios que para ellos decretó el gobierno francés, subsidios que disminuyeron considerablemente cuando fue restaurada en Francia la monarquía de Luis XVIII.

El 5 de mayo, el rey Fernando VII dejó Valencia para marchar a Madrid, donde entró solemnemente el día 13 de ese mes. Los detalles del recibimiento que le depararon los madrileños fueron recogidos por Mesonero Romanos, quien nos ha dejado ilustrativas referencias del entusiasmo que se desbordó por ese motivo. Basten como muestra unos versos que se publicaron en el Diario de Madrid y que reproduce Mesonero:

"España triste por su Rey ausente

En horrores de fuego, sangre y llanto

Sufrió seis años el mayor quebranto,

Pues no hay historia que un igual nos cuente.

¡Oh vil Napoleón! ¡Voraz serpiente!

¡Oh fiero monstruo de infernal espanto!

El móvil eres de trastorno tanto,

Y el orbe entero tus rigores siente.

El hispano valor y su constancia,

Por Religión y Patria peleando,

Humillaron ¡tirano! tu arrogancia.

Dios a tan justa causa prosperando,

Libró del cautiverio de la Francia

A nuestro amado Rey. ¡Viva Fernando!"