Comentario
Ante el levantamiento promovido por Riego, el rey Fernando dudó al principio sobre qué actitud tomar. Primero publicó en la Gaceta de Madrid una orden por la que prometía una nueva organización del Consejo de Estado que, junto con los más altos tribunales, decidiría lo que fuese mejor para el buen gobierno del Reino. Pero tres días más tarde hizo publicar una nueva proclama en la que aceptaba las demandas de los revolucionarios con estas palabras que han quedado como reflejo de su obligada versatilidad: "Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional". J. Fontana ha explicado muy bien las razones de este cambio: "No puede decirse -ha escrito Fontana- que fuese la fuerza de la revolución la que le arrancó esta rendición; fue un desmoronamiento espontáneo: la consecuencia de una quiebra. La tarea que el restaurado régimen absoluto se había propuesto en 1814 -adaptar el estado y la administración a las exigencias de la época sin alterar la estructura social tradicional, y aumentar los ingresos de la Hacienda sin mermar los privilegios de los estamentos dominantes del Antiguo Régimen- se había revelado imposible". La revolución había triunfado sin ningún tipo de enfrentamiento ni de guerra civil y se abría una nueva etapa en el reinado de Fernando VII en el que iban aplicarse por primera vez las reformas aprobadas por las Cortes de Cádiz.