Época: Sexenio democrático
Inicio: Año 1870
Fin: Año 1873

Antecedente:
El Sexenio democrático
Siguientes:
Evolución política de 1871
Oposición de las elites tradicionales
El carlismo y su vuelta a la insurrección
La oposición de los republicanismos
La inestabilidad política de 1872
Las repúblicas de España

(C) Angel Bahamonde



Comentario

La monarquía de Amadeo había nacido con una debilidad manifiesta. La historia del reinado es la historia de la pérdida progresiva de sus frágiles bases sociales y políticas. Un consenso débil impidió madurar al régimen y consolidar el modelo de monarquía democrática; mientras, una oposición cada vez más numerosa, y desde múltiples frentes, fue resquebrajando el sistema.
Los dos años del reinado ofrecerán una continua inestabilidad política, a lo que se suman, en la raíz del proceso, la oposición frontal de la nobleza de sangre, el relativo rechazo de la Iglesia, el alejamiento de sectores del poder económico, la sublevación general carlista, la beligerancia de un sector del republicanismo, el problema cubano, con una guerra ultramarina, ligado a los intentos de abolición del sistema esclavista y de la posible alteración del statu quo colonial, el avance del movimiento obrero organizado y la conflictividad social, la descomposición interna de partidos políticos como el progresista, de indudables consecuencias, y, como trasfondo, los rescoldos de una crisis económica arrastrada desde 1866 y todavía en vías de solución.

Con tan ensombrecedor panorama, multiplicado durante estos dos años, el intento de la monarquía democrática, casi sin apoyos, acabó frustrado, a la par que las dos alternativas posibles tomaban cuerpo: el ensayo republicano y la Restauración borbónica en la persona del príncipe Alfonso, hipótesis esta última de futuro, pero con evidentes progresos en el seno de la clase dirigente. Son demostrativas de la inestabilidad política del régimen la celebración de tres elecciones generales a Cortes y la sucesión de seis gabinetes ministeriales en dos años de reinado.

La desaparición de Prim no sólo privó al monarca de un apoyo fundamental, sino que provocó una traumática descomposición, repleta de tensiones, de la coalición monárquico-democrática. El propio hecho de esta descomposición no explica por sí solo la inestabilidad del nuevo régimen, pero sí la forma en que se realizó. Tengamos en cuenta que habría sido contradictorio el funcionamiento del sistema basado en un solo partido. Era precisa la remodelación del arco político; pero no como producto de disensiones basadas en los acusados personalismos, sino de coherencias ideológicas. El régimen sólo podía encontrar su basamento político en el seno de esta coalición, ya que el resto de opciones políticas negaba la propia esencia del sistema y cuestionaba su legitimidad.