Época: Alfonso XIII
Inicio: Año 1914
Fin: Año 1918

Antecedente:
España a comienzos del reinado

(C) Genoveva García Queipo de Llano



Comentario

Aproximadamente a partir del año 1913 se produjeron una serie de circunstancias que colocaron en una situación crecientemente crítica a la monarquía constitucional, hasta el momento de su definitivo colapso en el año 1923. Desde el punto de vista político, a partir de 1913 desaparecieron las posibilidades de regeneración del sistema desde sí mismo. Ni siquiera los partidos políticos del turno enunciaron a partir de este momento esos propósitos y su creciente fragmentación contribuye a hacer que la vida política española fuera cada vez más complicada con el transcurso del tiempo. El momento inicial de este proceso tuvo lugar en 1913-1914 cuando, tras la muerte de Canalejas, se produjo la paralela división del partido liberal y del conservador. Este hecho coincidió aproximadamente con el estallido de la guerra mundial, un acontecimiento de envergadura que produjo un cambio sustancial en la vida pública española. A partir de este momento, los acontecimientos dominaron a los políticos en vez de suceder en sentido inverso.
España era una potencia europea que en este marco geográfico desempeñaba un papel de segundo rango. Carecía de la potencia económica y militar suficiente como para presentarse como un aliado deseable a cualquiera de las grandes potencias europeas. La vinculación mediterránea de nuestro país y sus intereses en Marruecos ponían en contacto a la política exterior española con las de Inglaterra y Francia; por eso, las relaciones con estos dos países fueron más frecuentes y estrechas. Pero como se demostró en el tema de Marruecos, sus intereses no siempre coincidían con los españoles. La diplomacia franco-británica centró su objetivo ante el conflicto en evitar que España entrara en el área de influencia alemana. Por su parte, Alemania utilizó el acercamiento a España para atemorizar o dividir a sus adversarios.

Hay que partir de estas premisas para entender la actitud española ante la Primera Guerra Mundial. Cuando se produjo el conflicto nuestra postura hubo de ser necesariamente de neutralidad, fundamentalmente por pura impotencia. La guerra mundial supuso para España un motivo más de enfrentamiento entre derechas e izquierdas, pero los gobernantes españoles supieron mantenerse en una efectiva neutralidad. Para las derechas, Alemania y sus aliados representaban el orden y la autoridad. En cambio, para las izquierdas, al lado de Francia e Inglaterra estaba "la causa del derecho, la libertad, la razón y el proceso contra la barbarie", como decía Alejandro Lerroux. Los políticos del turno se vieron afectados por la violencia de la polémica en el seno de la sociedad española. En el momento del estallido de la guerra, el jefe del Gobierno, Eduardo Dato, mostró una actitud de absoluta neutralidad e intentó que las polémicas en la prensa y entre la opinión pública no pusieran en peligro la actitud española. La neutralidad fue netamente positiva para España porque su mantenimiento le permitió un crecimiento económico importante.

Si la política española se vio gravemente afectada por la guerra no fue menos importante el modo en que la sociedad nacional sufrió el impacto del conflicto bélico, hasta el punto de que ha llegado a afirmarse que éste tuvo una entidad y trascendencia capitales para el desarrollo del capitalismo español. Una verdadera riada de oro llegó a las arcas de los industriales y comerciantes españoles. El comercio exterior creció a un buen ritmo: basta con decir que si en los años de la preguerra nuestra balanza comercial tenía un saldo negativo de entre 100 y 200 millones de pesetas, ahora de manera brusca pasó a ser de unos 200 a 500 millones de saldo positivo. La razón era sencillamente que una serie de productos de exportación habían experimentado una gran demanda en el mercado extranjero y otros que hasta ahora no habían tenido más que un mercado nacional, debido a las circunstancias especiales de la guerra, resultaron rentables para otras naciones. Desde luego, el caso más característico fue el de la minería de hierro vasca, que vio multiplicarse por catorce su cifra de negocio, y el del carbón asturiano, que por sus difíciles condiciones de explotación se hallaba en clara desventaja frente a otros carbones europeos. A partir del inicio de la guerra la producción de carbón en España aumentó anualmente entre un 10 y un 20%, pasando el número de mineros en Asturias de 17.000 a 40.000 y los beneficios de la empresa Duro-Felguera se multiplicaron por ocho.

Otra industria nacional afectada directamente por la guerra mundial fue la de los fletes. El aumento de la demanda mundial y las dificultades provocadas por el bloqueo submarino alemán tuvieron como consecuencia una inmejorable situación para las navieras. Entre 1918 y 1920 se crearon 56 nuevas empresas de este tipo y los precios de los transportes marítimos habían crecido tanto que los dividendos de algunas de esas empresas llegaron a ser del orden del 500%. Otros sectores crecieron quizá menos espectacularmente, pero su avance se mantuvo más tiempo. En términos generales puede afirmarse que toda la actividad económica española se vio muy estimulada por la Primera Guerra Mundial.

Además, hubo dos hechos que, nacidos como consecuencia de la guerra, con el paso del tiempo se convirtieron en elementos vertebradores de la economía española incluso hasta el momento presente. En primer lugar, la guerra favoreció la nacionalización de la economía española en varios sentidos: así como antes del conflicto una parte importante de las empresas mineras y ferroviarias seguían en manos de capital extranjero, ahora el capitalismo español aprovechó la ocasión para rescatar una Deuda Pública exterior. Para la banca española y, en especial la vasca, la guerra mundial supuso el salto decisivo. A principios del siglo XX habían surgido algunos de los bancos más importantes; ahora aparecieron otros, pero la novedad más destacable consistió en el cambio del centro de gravedad de la banca española, su considerable progreso y su papel financiador de ahora en adelante de la industria nacional. Así como a principios de siglo el capital de la banca catalana era tres veces superior al de la vasca, ahora cambió por completo la situación debido en parte a que aquélla había sido incapaz de superar su organización familiar o cuasifamiliar que la llevaría a tener importantes dificultades en los años de la posguerra. Los recursos propios de la banca española se triplicaron, los ajenos se multiplicaron por cuatro y la cartera de valores por cinco, con unos beneficios que en ocasiones sobrepasaron el 20%. Además, la banca desempeñará un creciente papel en la industria a partir de este momento y desde luego esta vinculación entre ambas es un hecho que todavía perdura.

Pero también la guerra mundial tuvo consecuencias menos positivas en lo relativo a los aspectos sociales. Aunque la producción de las materias alimenticias no se contrajo, sin embargo en España se produjo un súbito encarecimiento motivado porque parte de la producción salió a los mercados extranjeros, donde se podían conseguir unos mayores beneficios. Se ha calculado que los productos de primera necesidad experimentaron un alza del 15% durante la guerra. Los salarios crecieron también debido en parte a la fuerza creciente de los sindicatos obreros y porque los patronos consideraron mucho más rentable en aquel momento un alza de salarios que una suspensión de la producción. Sin embargo, por lo que parece, los salarios fueron por detrás de los precios, al menos hasta el año 1919, produciendo tensiones sociales que pesarían gravemente en el posterior desarrollo de los acontecimientos.