Época: Alfonso XIII
Inicio: Año 1918
Fin: Año 1923

Antecedente:
La crisis de la monarquía constitucional

(C) Genoveva García Queipo de Llano



Comentario

Los años de la posguerra mundial fueron de grave crisis social en todo el mundo y también en España. Como en el resto del mundo, la agitación social alcanzó su punto culminante en 1919 y fue acompañada por el ejercicio de la violencia. Los sindicatos españoles que habían tenido una escasa importancia hasta el año 1914, crecieron de una forma muy considerable hasta llegar a desempeñar un papel político importante. Se constituyó un fuerte movimiento obrero anarcosindicalista que, aunque había tenido su origen con anterioridad, logró ahora la plenitud de su desarrollo y constituyó el vehículo fundamental de la protesta obrera. La mayor fuerza del anarquismo en España se logró a partir de este momento a través del sindicalismo, que hasta entonces no había pasado de estar formado por unos grupos insignificantes. De unos 15.000 afiliados que tenía la CNT en 1915 se pasó a más de 700.000 en 1919, con una clara supremacía de los catalanes.
El paso inicial estuvo constituido por la celebración, en el verano de 1918, de un Congreso en el que quedó configurada una tendencia sindicalista en el seno de la CNT de la que fueron representantes principales, en estos años y en los posteriores, Salvador Seguí y Ágel Pestaña. Sin embargo, perduró la ambigüedad acerca del paso definitivo hasta una nueva sociedad que, al ser revolucionario, incluía el uso de la violencia.

En estas condiciones se iniciaron en Barcelona los más importantes conflictos sociales de la historia del obrerismo español, en los primeros meses de 1919, con una huelga de 44 días en La Canadiense, empresa eléctrica capital de este país que pretendía una disminución de salarios, mientras que los sindicatos pedían un reconocimiento de su papel en la empresa. La huelga resultaba especialmente grave porque de hecho suponía la paralización de la industria barcelonesa en su totalidad. Cuando el conflicto parecía poder resolverse, la exigencia por parte de los sindicatos de que fueran liberados los presos lo reprodujo de nuevo. El enfrentamiento provocó una airada reacción en las clases conservadoras, que como primera manifestación crearon un cuerpo armado de la clase media (el somatén). La dureza de la lucha social impulsó a los anarquistas militantes en los sindicatos hacia el maximalismo mediante el uso de la violencia.

La agitación social también prendió con intensidad en Andalucía durante los tres años comprendidos entre 1918 y 1920, que pudieron ser denominados como el trienio bolchevique. La agitación empezó por el estallido de huelgas pero acabó por manifestarse en la pura reivindicación de la abolición de la propiedad. Con el transcurso del tiempo, los motivos reivindicativos casi desaparecieron o se convirtieron en fútiles, con el resultado de que los sindicatos, cuya afiliación había crecido de forma muy considerable, acabaron ahora por verla reducida a un mínimo.

Mientras tanto, la situación en el seno de la CNT tendía hacia un creciente radicalismo, que se pudo percibir en el Congreso celebrado a finales del año 1919 en Madrid. Aunque nada tenían que ver sus principios con los del anarquismo, la CNT se adhirió a la Internacional comunista. Pronto, en Barcelona, que tenía una larga tradición de empleo de la violencia en la lucha social, reaparecieron los atentados terroristas. La ausencia de una policía eficaz colaboró en el proceso, pero más aún lo hizo la condescendencia de los propios dirigentes sindicalistas con respecto a los atentados, considerados como "actos de desesperación". Así, en ese mismo año, el terrorismo empezó también a utilizar otros procedimientos como el atraco. Se llegó a una auténtica profesionalización del pistolerismo y, de este modo, los sindicalistas acabaron por darse cuenta de cuál había sido el resultado de su tolerancia.

Semejante en violencia fue la reacción del otro lado. Un importante sector de los patronos (no, desde luego, la Lliga que lo condenó) promovió su propio pistolerismo y, a finales del año 1919, aparecieron en Barcelona unos sindicatos libres nacidos en el Ateneo Legitimista que no excluyeron el empleo de las armas en sus actuaciones. Con todo ello, la vida en Barcelona acabó por hacerse imposible y esto tuvo graves consecuencias sobre la situación política no sólo de la capital catalana sino de toda España. Desde finales de 1920, el general Severiano Martínez Anido practicó un tipo de política que pretendía el enfrentamiento directo con los sindicatos, lo cual, lejos de solucionar el problema, no hizo otra cosa que multiplicar el número de muertos. De todos modos el Estado, que toleró ese género de actuaciones, al mismo tiempo promovió un número importante de disposiciones de carácter reformista relativas, por ejemplo, a la limitación de la jornada o la ley de accidentes de trabajo. En 1920 fue creado un Ministerio para tratar de estas cuestiones.

Esta política contradictoria tuvo su paralelismo en el caso de la CNT. Las frecuentes detenciones de sus dirigentes más conocidos, que eran también los más moderados, impidió que se pudiera consolidar la tendencia sindicalista. En el año 1922 pareció poder llegar a triunfar cuando se repudió la anterior identificación con el comunismo. Pero de nuevo, a comienzos de 1923, los sectores más radicales se impusieron y quizá fueron incluso los causantes del asesinato del propio Salvador Seguí. Cuando se acercaba la Dictadura los sindicatos habían perdido fuerza y prestigio y, al mismo tiempo, reaparecía el terrorismo, diseñando una situación cuyo obvio resultado fue facilitar el golpe de Estado.

Descrita la evolución del sindicalismo de procedencia ácrata es necesario también hacer mención a lo acontecido con el sindicato socialista. Como en el caso de la CNT, también en éste se produjo un considerable aumento en el número de los afiliados sindicales. Los militantes de la UGT alcanzaron los 250.000 y los del partido socialista unos 50.000. Además, en el año 1918 la representación parlamentaria socialista llegó a cuatro escaños, correspondientes a los dirigentes de la huelga de 1917. Sin embargo, aunque el socialismo se consolidó como la fuerza política más importante en Madrid, a partir del año 1921 se produjo un reflujo que no fue compensado por el hecho de que en 1923 lograran siete escaños en la capital de España.

Igual que en la CNT, las noticias de la revolución rusa también conmocionaron al PSOE. La verdad es que, a diferencia de otros grupos políticos europeos de parecida significación, no hubo en el socialismo un sector de izquierdas muy nutrido que durante la Primera Guerra Mundial pretendiera cambiar el apoyo a los aliados por una condena de ambos beligerantes. El PSOE se mantuvo en una actitud que era reformista en la práctica pero que en teoría se seguía manifestando corno revolucionaria, con lo que no padecía los problemas de adaptación que tuvieron otros partidos en el momento de la posguerra.

Sin embargo, tras el conflicto bélico se le planteó lógicamente al PSOE la posibilidad de adherirse a la Internacional comunista o seguir vinculado a la socialista. En un principio, el entusiasmo revolucionario era tan grande y las noticias procedentes de Rusia tan confusas que, en el año 1920, el PSOE se inclinó por adherirse a la primera. Sin embargo, el malentendido fue muy rápidamente superado cuando una legación de los dirigentes socialistas fue enviada allí en las primeras semanas de 1921. Coincidió con otra enviada por la CNT en la persona de Ágel Pestaña y, en uno y otro caso, los dirigentes españoles quedaron muy pronto y muy decididamente decepcionados. A la vuelta, la dirección socialista restableció la situación por el procedimiento de aceptar la revolución rusa, pero no las condiciones que imponía la Internacional comunista, que implicaban de hecho una dirección desde Moscú.

Mientras tanto, se había configurado ya un partido comunista que, en realidad, fue minúsculo durante toda la década de los años veinte. Surgido en 1920 en los medios estudiantiles más que en los proletarios, alcanzó su definitiva configuración en 1921. Hubo un momento en que dio la sensación de que podía llegar a controlar a la CNT, cuya estrategia revolucionaria practicó durante mucho tiempo, pero en el año 1922 había perdido esa oportunidad. A mediados de los veinte, ya en la dictadura de Primo de Rivera, el PCE contaba tan sólo con unos 500 militantes, tan pretenciosos como incapaces de llevar a cabo una verdadera revolución.