Época: Arte Español Medieval
Inicio: Año 1150
Fin: Año 1250

Antecedente:
Monasterios de monjas cistercienses
Siguientes:
La iglesia
El claustro

(C) María del Carmen Muñoz Párraga



Comentario

Los estudios sobre monasterios cistercienses femeninos, lamentablemente, son muy escasos si los comparamos con los referentes a las abadías de hombres, a pesar de que a mediados del siglo XIII se podían contar cerca de novecientas abadías de monjas que observaban la Regla de Citeaux y, en algunos países como Alemania, Inglaterra o España, eran más numerosos que los de monjes. Todos los esquemas monásticos cistercienses se han hecho en función de los monasterios masculinos. Aunque, a la vista de los edificios de monjas conservados, éstos se inspiran prácticamente en aquellos, sin embargo, se observan ligeras variantes en los femeninos. La bibliografía sobre el particular es muy pobre y, lo poco que se ha escrito, se refiere a parcelas muy concretas. Entre los trabajos más destacados que se han publicado no hay ninguno que nos aporte un arquetipo de monasterio femenino. Así, A. Dimier en su estudio sobre "L'Architecture des églises de moniales cisterciennes. Essai de classement des différents types de plans", se limita a hablar solamente de la tipología de plantas de iglesias. M. Desmarchelier, al hacer una ampliación al artículo de Dimier sigue insistiendo, sin más, sobre la planimetría templaria. Por su parte, M. Aubert en su obra "L'Architecture cistercienne en France", simplemente dedica un pequeño capítulo a las abadías femeninas, ciñéndose a casos particulares y reseñando las características de algunas dependencias claustrales de monasterios concretos, pero sin establecer el prototipo de los monasterios femeninos.
Las religiosas debían vivir en el interior de un recinto que albergase los edificios conventuales y el huerto. Todo estaba delimitado por una cerca, que era el muro de la clausura, y su comunicación con el mundo exterior se hacía por una sola puerta, ubicada en la zona de portería, que recuerda las de las abadías de monjes, siguiendo los principios de los benedictinos. Fuera de la clausura, pero formando parte del monasterio, había un "compás" donde existía una capellanía que alojaba a los monjes encargados de las diversas necesidades espirituales de las monjas, como la confesión y la celebración de misas. Asimismo, había en él otra serie de edificios indispensables para la vida cotidiana de los habitantes del monasterio, como molinos, herrería, almacenes, cuadras, etc., y las casas donde vivían los servidores que estaban al cargo de cada una de estas dependencias.

Generalmente, la Regla exigía que el lugar elegido para la construcción de los monasterios estuviese lo suficientemente alejado de los núcleos urbanos para, de esa forma, conseguir un aislamiento del mundo y, así, alcanzar un mayor recogimiento en su vida espiritual. Por ello, en muchas ocasiones, la ubicación primitiva de las abadías femeninas, como ocurría con las de hombres, no era la definitiva. Unas veces porque los lugares escogidos eran insalubres; otras, por litigios sobre los terrenos concedidos; otras, por las molestias que podían recibir de los vecinos de las localidades próximas y, por ello, se las trasladaba a otros emplazamientos donde estuviesen mejor protegidas.

La homogeneidad de los monasterios viene determinada por las rigurosas normas de los cistercienses, lo que conlleva una gran unidad en todas sus plantas. Sin embargo, los monasterios femeninos españoles plantean una serie de problemas, ya que las sucesivas alteraciones que han padecido a lo largo de los siglos han hecho que sus trazas originales se hayan modificado, sustituyendo unas estancias por otras, lo que hace difícil establecer una tipología como se ha hecho en los de hombres. Dichos monasterios femeninos españoles, con menos ayuda económica que los de monjes, han visto alterado en muchas ocasiones su proyecto original, más que los franceses coetáneos. La falta de medios hace que la idea primitiva, en la mayoría de las ocasiones, no se llegue a realizar del todo. De esta manera, un monasterio de una comunidad femenina podía tener, al finalizar el siglo XIV, construidas parte del templo y parte de las dependencias claustrales. Con el cambio de siglo, o en siglos posteriores, ese concepto que se tenía de las estancias del claustro varía y, entonces, se hace de acuerdo a nuevos criterios. Por todo esto resulta muy difícil conocer cuál es la realidad de toda una compleja estructura que se diseñó, no se ejecutó más que en parte y se modificó según otros proyectos.

Asimismo, también se advierten diferencias con los monasterios femeninos franceses, ya que éstos, en su mayoría, son como los de monjes, cosa que no ocurre en las abadías españolas. La disposición de algunas estancias ha sufrido cambios, como ocurre con el dormitorio sobre la sala capitular en Francia, mientras que por la excesiva altura de los capítulos hispánicos no se le destinaba ese lugar. Pienso que las salas capitulares de los monasterios femeninos españoles, generalmente, tienen unas proporciones esbeltas por corresponder su construcción a la plenitud del estilo gótico. Ello permite un sentido de la proporción más ligero y elevado, haciendo que el volumen del capítulo sobresalga en el perfil de la panda con respecto a las dependencias de su entorno. De esta manera se dificulta la existencia de una sala larga sobre ella. Lo mismo pasa con la sala de monjas que, en España, debió existir como tal, aunque no hay constancia de que perviva ninguna.

En todo monasterio la iglesia era el núcleo principal para la construcción de las dependencias claustrales. El claustro se disponía al norte o al sur de ella, según por donde discurría la traída de agua, elemento básico para los servicios de comida y limpieza del monasterio.

El claustro es un patio cuadrangular constituido por cuatro pandas o galerías en las que se alzan las dependencias claustrales, cuya denominación corresponde al ámbito más significativo: panda del capítulo (este); panda del refectorio (sur); panda de conversas o de la cilla (oeste); panda del mandatum (norte).

Las obras se comenzaban por la panda del capítulo, que solían ser simultáneas a las de la cabecera del templo y, en ella, se disponían las siguientes dependencias: sacristía, armariolum, sala capitular, locutorio, pasaje a la huerta, sala de monjas y letrinas. La panda del refectorio se componía de calefactorio, refectorio y cocina. En la panda de conversas estaban las letrinas, comedor de conversas y cilla. Entre ésta y el muro del claustro estaba el corredor de conversas y sobre la cilla, quizá, se ubicaría su dormitorio. La panda del mandatum es la contigua a la iglesia y en ella se adosarían bancos a la pared para la lectura.