Época: Arte Español del Siglo XVIII
Inicio: Año 1700
Fin: Año 1800

Antecedente:
La plenitud del barroco: la generación de 1640

(C) María Dolores Vila



Comentario

A fray Tomás Alonso le sucede en la dirección de las obras de San Martín Pinario otro monje benedictino, fray Gabriel de Casas, que representa una opción clasicista dentro del barroco compostelano, ya que prescinde de las exuberancias ornamentales de sus contemporáneos para centrar su interés en la valoración del edificio como volumen plástico que domine por su grandiosidad y correctas proporciones. Supone, en definitiva, fray Gabriel de Casas un último eco del vitruvinianismo clasicista, al que él llegaría en primer lugar a través de sus lecturas, pues sabemos que, aunque autodidacta, el monje benedictino debía de poseer una importante biblioteca de arquitectura, según refiere el autor del manuscrito "Varones memorables de la Congregación de San Benito de España", que dio a conocer Filgueira Valverde y en el que menciona también que el propio fray Gabriel dejó escrito un "Tratado de Arquitectura" cuyo paradero desconocemos, pero que, en todo caso, vendría a demostrar la formación teórica de su autor. En segundo lugar, el clasicismo mantenido como una constante por fray Gabriel es el que imperaba en el monasterio compostelano que le albergó durante más de treinta años: la contemplación, sobre todo, del claustro de las Procesiones de San Martín Pinario, entonces todavía sin acabar pero de una absoluta modernidad, le condujo a una admiración por Bartolomé Fernández Lechuga, su tracista, del que tomará el gusto por el empleo del orden gigante de columnas o el sentido dinámico de los entablamentos, que buscan en ambos arquitectos un marcado carácter lumínico. A fray Gabriel le cupo el honor de que con él trabajara Fernando de Casas y Novoa y, aunque hay una gran diferencia entre sus respectivas concepciones de la arquitectura, no es menos cierto que Casas se verá influido también por su hipotético maestro, que le puso al frente de la obra del claustro de la catedral de Lugo en 1708.
La primera referencia documental cita a fray Gabriel de Casas como adjudicatario de la obra de reconstrucción de la bóveda de la Capilla Mayor y del crucero y nave de la colegiata de Santa María de Iria (Padrón), que no se llevará a cabo hasta bastantes años más tarde (1708) dirigida por otro maestro de obras, Pedro García, si bien cabe preguntarse hasta qué punto este último, que era un artesano seguro y conocedor del oficio en palabras de Bonet, siguió las trazas de fray Gabriel de Casas, como por otra parte hará en otras ocasiones, como en San Paio de Antealtares o en la capilla del Rosario de Santo Domingo de Bonaval.

Siete años más tarde, en 1607, fray Gabriel reemprende los trabajos del monasterio de San Martín Pinario, superados ya los problemas con el Cabildo de la catedral que habían impedido a la comunidad monástica construir la fachada sur del edificio, la más importante y significativa. La inmensa fachada del monasterio, con su predominio de la horizontalidad y la rítmica secuencia de sus ventanales, tiene una importancia clasicista indudable, casi como una lejana evocación del monasterio de El Escorial; los lienzos murales se distribuyen en cuatro pisos atados por pilastras toscanas gigantes que rematan en pináculos, y en los ángulos, un cuerpo saliente en forma de torre cuadrangular de cinco pisos, rompe con la monótona secuencia de la fachada. En el centro se abre la monumental portada del monasterio que comunica con el claustro procesional, cuyo doble juego de gigantes columnas pareadas se repite en el primer cuerpo flanqueando la puerta, la hornacina con la imagen de San Benito y el volado balcón triple con barandilla de piedra sostenida por mascarones. Sobre la cornisa se yergue la aérea peineta con el escudo real y encima, recortándose sobre el horizonte, San Martín partiendo su capa con el pobre; este remate fue trazado por Fernando de Casas y Novoa en 1738, pero su ímpetu barroco no desentona en absoluto con el clasicismo de la parte inferior. A fray Gabriel hay que atribuirle también en San Martín dos escaleras: en 1696 se hace una escalera en el lado norte del edificio, contigua al espacio en el que se levantará luego la sacristía, y que es una construcción eminentemente funcional y por ello carente de decoración, pero muy interesante por el empleo que en ella se hace de arcos abocinados como soporte de la caja de la escalera, utilizados también en otras dependencias de San Martín Pinario.

Mucho más suntuosa es la escalera llamada de la Cámara, situada en el ángulo suroeste del claustro, de cuatro pisos al aire y balaustres con machones decorados con elementos vegetales y sartas de frutas, concesión ornamental extraña en fray Gabriel de Casas, pero que debe responder a un deseo de armonía con la escalera del refectorio ya citada. Los distintos tramos se cubren con bóvedas planas de casetones y la caja lo hace con una bóveda plana decorada con motivos florales.

El año 1700 supone el momento de mayor actividad del arquitecto benedictino, ya que traza la iglesia de San Paio de Antealtares, diversas dependencias del convento dominico de Belvís y, por encargo del arzobispo Monroy, el expositor y camarín del altar mayor de la catedral de Santiago, obras todas ellas de desigual interés y distinta suerte, ya que la parte del convento dominico es una obra eminentemente funcional y modesta en su planteamiento, y en la iglesia de San Paio de Antealtares tuvo una importante intervención Pedro García, por lo que como reconoce Bonet a fray Gabriel habrá que atribuir la inspiración o, como mucho, las trazas o disposición general. La iglesia es de cruz griega, alzado de pilastras dóricas y bóvedas casetonadas, destacando la media naranja que centra el crucero, con las pechinas decoradas con escudos y el cascarón de plásticos casetones. La fachada puede recordar la distribución de la del monasterio de San Martín Pinario, pero por su severo clasicismo no deja de evocar a la fachada del monasterio de San Paio que, años antes, había levantado Melchor de Velasco.

En relación con fray Gabriel de Casas se cita también a la iglesia del monasterio de Poio (Pontevedra), antiguo cenobio benedictino cuya fábrica se prolongó hasta 1743 y de la que Bonet publica una planta conservada en el Archivo Histórico Nacional, que él atribuye a la firma de fray Gabriel de Casas, si bien a la hora de acometer la construcción se efectuaron importantes modificaciones, tanto en la distribución interior como en la fachada, que según el plano tendría cuatro columnas (quizá un orden gigante tan del gusto de fray Gabriel) mientras que, en la versión actual, se prefirió una superposición de órdenes que le confiere un ritmo más fragmentario.

En 1705, fray Gabriel de Casas da la traza para el nuevo claustro de la catedral de Lugo, que ni siquiera se había empezado a su muerte en 1709. Puesto al frente de la obra Fernando de Casas y Novoa, entonces aparejador de fray Gabriel, a él ha de atribuirse la totalidad del recinto claustral que de ese modo se convierte en un eslabón decisivo entre el fraile benedictino y Casas y Novoa, o lo que es lo mismo, entre un concepto arquitectónico clasicista nunca olvidado y una opción decorativa que triunfará en Santiago durante el siglo XVIII, pero que ensaya en Lugo, donde la actividad de Casas y Novoa será continuada por Lucas Ferro Caaveiro.