Comentario
Cómo los de Guacachula vinieron a demandar favor a Cortés sobre que los ejércitos mexicanos los trataban mal y los robaban, y lo que sobre ello se hizo
Ya he dicho que Guatemuz, señor que nuevamente era alzado por rey de México, enviaba grandes guarniciones a sus fronteras; en especial envió una muy poderosa y de mucha copia de guerreros a Guacachula, y otra a Ozúcar, que estaba dos o tres lenguas de Guacachula; porque bien temió que por allí le habíamos de correr las tierras y pueblos sujetos a México; y parece ser que, como envió tanta multitud de guerreros y como tenían nuevo señor, hacían muchos robos y fuerzas a los naturales de aquellos pueblos adonde estaban aposentados, y tantas, que no les podían sufrir los de aquella provincia, porque decían que les robaban las mantas y maíz y gallinas y joyas de oro, y sobre todo, las hijas y mujeres si eran hermosas, y que las forzaban delante de sus maridos y padres y parientes. Como oyeron decir que los del pueblo de Cholula estaban todos muy de paz y sosegados después que los mexicanos no estaban en él, y ahora asimismo en lo de Tepeaca y Tecamachalco y Cachula, a esta causa vinieron cuatro principales muy secretamente de aquel pueblo, por mí otras veces nombrado, y dicen a Cortés que envíe teules y caballos a quitar aquellos robos y agravios que les hacían los mexicanos, e que todos los de aquel pueblo y otros comarcanos nos ayudarían para que matásemos a los escuadrones mexicanos; y de que Cortés lo oyó, luego propuso que fuese por capitán Cristóbal de Olí con todos los más de a caballo y ballesteros y con gran copia de tlascaltecas; porque con la ganancia que los de Tlascala habían llevado de Tepeaca, habían venido a nuestro real e villa muchos tlascaltecas; y nombró Cortés para ir con el Cristóbal de Olí a ciertos capitanes de los que habían venido con Narváez; por manera que llevaba en su compañía sobre trescientos soldados y todos los mejores caballos que teníamos. E yendo que iba con todos sus compañeros camino de aquella provincia, pareció ser que en el camino dijeron ciertos indios a los de Narváez cómo estaban todos los campos y casas llenas de gente de guerra de mexicanos, mucho más que los de Otumba, y que estaba allí con ellos el Guatemuz, señor de México; y tantas cosas dicen que les dijeron, que atemorizaron a los de Narváez; y como no tenían buena voluntad de ir a entradas ni ver guerras, sino volverse a su isla de Cuba, y como habían escapado de la de México y calzadas y puentes y la de Otumba, no se querían ver en otra como lo pasado; y sobre ello dijeron los de Narváez tantas cosas al Cristóbal de Olí, que no pasase adelante, sino que se volviese, y que mirase no fuese peor esta guerra que las pasadas, donde perdiesen las vidas; y tantos inconvenientes le dijeron, y dábanle a entender que si el Cristóbal de Olí quería ir, que fuese en buen hora, que muchos dellos no querían pasar adelante; de modo que, por muy esforzado que era el capitán que llevaban, aunque les decía que no era cosa volver, sino ir adelante, que buenos caballos llevaban y mucha gente, y que si volviesen un paso atrás que los indios los tendrían en poco, e que en tierra llana era, y que no quería volver, sino ir adelante; y para ello, de nuestros soldados de Cortés le ayudaban a decir que se volviese, y que en otras entradas y guerras peligrosas se habían visto, e que, gracias a Dios, habían tenido victoria, no aprovechó cosa ninguna con cuanto les decían; sino por vía de ruegos le trastornaron su seso, que volviesen y que desde Cholula escribiesen a Cortés sobre el caso; y así, se volvió; y de que Cortés lo supo, se enojó, y envió a Cristóbal de Olí otros dos ballesteros, y les escribió que se maravillaba de su buen esfuerzo y valentía, que por palabras de ninguno dejase de ir a una cosa señalada como aquella; y de que el Cristóbal de Olí vio la carta, hacía bramuras de enojo, y dijo a los que tal le aconsejaron que por su causa había caído en falta. Y luego, sin más determinación, les mandó fuesen con él, e que el que no quisiese ir, que se volviese al real por cobarde, que Cortés le castigaría en llegando; y como iba hecho un bravo león de enojo con su gente camino de Guacachula, antes que llegasen con una legua, le salieron a decir los caciques de aquel pueblo la manera y arte que estaban los de Culúa, y cómo había de dar en ellos, y de qué manera había de ser ayudado; y como lo hubieron entendido, apercibió los de a caballo y ballesteros y soldados y, según y de la manera que tenían en el concierto, da en los de Culúa; y puesto que pelearon muy bien por un buen rato, y le hirieron ciertos soldados y mataron dos caballos e hirieron otros ocho en unas fuerzas y albarradas que estaban en aquel pueblo; en obra de una hora estaban ya puestos en huida todos los mexicanos; y dicen que nuestros tlascaltecas que lo hicieron muy varonilmente, que mataban y prendían muchos dellos, y como les ayudaban todos los de aquel pueblo y provincia, hicieron muy grande estrago en los mexicanos, que presto procuraron retraerse e hacerse fuertes en otro gran pueblo que se dice Ozúcar, donde estaban otras muy grandes guarniciones de mexicanos, y estaban en gran fortaleza; y quebraron una puente porque no pudiesen pasar caballos. Ni el Cristóbal de Olí; porque, como he dicho, andaba enojado, hecho un tigre, y no tardó mucho en aquel pueblo; que luego se fue a Ozúcar con todos los que le pudieron seguir, y con los amigos de Guacachula pasé el río y dio en los escuadrones mexicanos, que de presto los venció, y allí le mataron dos caballos, y a él le dieron dos heridas, y una en el muslo, y el caballo muy bien herido, y estuvo en Ozúcar dos días. Y como todos los mexicanos fueron desbaratados, luego vinieron los caciques y señores de aquel pueblo y de otros comarcanos a demandar paz, y se dieron por vasallos de nuestro rey y señor; y como todo fue pacifico, se fue con todos sus soldados a nuestra villa de la Frontera. Y porque yo no fui en esta entrada, digo en esta relación que "dicen que pasó lo que he dicho"; y nuestro Cortés le salió a recibir, y todos nosotros, y hubimos mucho placer, y reíamos de cómo le habían convocado a que se volviese, y el Cristóbal de Olí también reía, y decía que mucho más cuidado tenían algunos de sus minas y de Cuba que no de las armas, y que juraba a Dios que no le acaeciese llevar consigo, si a otra entrada fuese, sino de los pobres soldados de los de Cortés, y no de los ricos que venían de Narváez, que querían mandar más que no él. Dejemos de platicar más desto, y digamos cómo el cronista Gómara dice en su Historia que por no entender bien el Cristóbal de Olí a los naguatatos e intérpretes se volvían del camino de Guacachula, creyendo que era trato doble contra nosotros; y no fue ansí como dice, sino que los más principales capitanes de los de Narváez, como les decían otros indios que estaban grandes escuadrones de mexicanos juntos y más que en lo de México y Otumba, y que con ellos estaba el señor de México, que se decía Guatemuz, que entonces le habían alzado por rey, y habían escapado de la Mazagatos, como dice el refrán, tuvieron gran temor de entrar en aquellas batallas, y por esta causa convocaron al Cristóbal de Olí que se volviese, y aunque todavía porfiaba de ir adelante, esta es la verdad. Y también dice que fue el mismo Cortés a aquella guerra cuando el Cristóbal de Olí volvía; no fue ansí, que el mismo Cristóbal de Olí, maestre de campo, es el que fue, como dicho tengo. También dice dos veces que los que informaron a los de Narváez cómo estaban los muchos millares de indios juntos, que fueron los de Guaxocingo, cuando pasaban por aquel pueblo. También digo que se engañó, porque claro está que para ir desde Tepeaca a Cachula no habían de volver atrás por Guaxocingo, que era ir, como si estuviésemos ahora en Medina del Campo, y para ir a Salamanca tomar el camino por Valladolid; no es más lo uno en comparación de lo otro, así que muy desatinado anda el cronista. Y si todo lo que escribe de otras crónicas de España es de esta manera, yo las maldigo como cosa de patrañas y mentiras, puesto que por más lindo estilo lo diga. Y dejemos ya esta materia, y digamos lo que más en aquel instante aconteció, e fue que vino un navío al puerto del peñol del nombre feo, que se decía el tal de Bernal, junto a la Villa-Rica, que venía de lo de Pánuco, que era de los que enviaba Garay, y venía en él por capitán uno que se decía Camargo, y lo que pasó adelante diré.