Comentario
La idea de la unificación de los diversos Estados de la península italiana en un solo Estado unitario tenía como referencia inmediata la creación, por parte de Napoleón, de las repúblicas italianas y, posteriormente, del Reino de Italia. Tras el congreso de Viena, la península quedó fragmentada en diversos Estados. Por una parte había tres pequeñas entidades independientes, que eran los Estados Pontificios y los reinos de Piamonte-Cerdeña, en el norte, y Dos Sicilias, en el sur. Por otra, había territorios (Lombardía y Venecia) bajo el directo dominio del Imperio austriaco, y algunos ducados (Parma, Módena, Toscana) que también giraban en la órbita austriaca. En la oleada revolucionaria de 1820-1821 ya se había dado un componente nacionalista, como también se comprobó durante las revoluciones de 1830, que exigieron la intervención del Ejército austriaco en los ducados y en la parte norte de los Estados Pontificios. Los italianos empezaron a comprender que no podrían llegar a la unificación política de Italia sin librarse primero de la dominación austriaca, y que esta liberación sería imposible sin la ayuda de alguna potencia extranjera. Unificación e independencia quedaron desde entonces como conceptos estrechamente relacionados.Tras el fracaso de la revolución de 1830, el genovés Giuseppe Mazzini desecharía la vía de la conspiración y, bajo la inspiración de F. Buonarroti, pondría en el pueblo su confianza de alcanzar la unificación de Italia, bajo la forma de una República democrática unitaria. "Dio e il Popolo" fue su lema. La fundación de la Joven Italia (1831), con el objetivo de "reconstruir Italia como una nación independiente y soberana, de hombres libres e iguales", no condujo a ningún resultado práctico y, después de varios intentos de insurrección frustrados, Mazzini se exilió en Londres en 1837. La estela del mazzinismo se prolongó en los años siguientes, con una serie de insurrecciones (N. Fabrizi, hermanos Bandiera) que fueron abortadas fácilmente, ante una relativa indiferencia popular.