Comentario
Desde el año 50 a. C. hasta el 300 d. C. todo el norte de India (principalmente la depresión indogangética) estuvo gobernada por los invasores Kushana. Los Kushana pertenecen a un pueblo de origen mongol (Yuezhi) que, desplazados hacia Asia Central por los hunos heftalitas (shvetahuna), entran en contacto con escitas y partos, impregnándose a su vez de la influencia cultural greco-romana.
Fueron los intermediarios más poderosos en el comercio de la Ruta de la Seda, que había sido fundada por el imperio chino de los Han en el siglo II a. C. y que en este momento alcanzó un gran esplendor; los restos arqueológicos de las principales ciudades Kushana (Bactres, Kunduz, Sotorak, Hadda, Bayimán, Taxila, Begram, Peshawar y Mathura) ofrecen objetos procedentes de todo el mundo antiguo y esclarecen el ambiente cosmopolita y ecléctico en el que se desarrolló la cultura Kushana.
A pesar de las fuentes históricas chinas, de los numerosos textos religiosos indios, de los ricos vestigios arqueológicos diseminados por su amplio territorio, y de la investigación numismática que permiten las abundantes monedas Kushana en oro, plata y cobre, todavía hoy reina la incertidumbre sobre la datación de sus reyes. Ni siquiera Kanishka, el soberano que mejor ejemplifica la grandeza de su imperio, está bien documentado; su reinado posiblemente va desde el año 78 al 162 d. C., alcanzando el máximo esplendor entre el 120 cuando conquista Mathura y el 150 cuando preside el quinto concilio budista, que dio el triunfo al sector vanguardista de los monjes mahayana.
El término mahayana significa gran vehículo, para dar énfasis a su importancia frente al budismo primitivo, hasta entonces denominado theravada pero que, a partir de este concilio, se tratará peyorativamente como hinayana o pequeño vehículo. También incide en el carácter expansionista y proselitista que adquiere el nuevo budismo, y en la oferta universal de salvación para cualquier persona que alcance la iluminación sin necesidad de pasar por la vida monástica.
En su afán proselitista este gran vehículo de predicación se verá obligado a adoptar, adecuándolos a su filosofía, todos aquellos elementos locales que inspiran la devoción popular, llegando a convertirse en una religión independiente con un panteón propio. A pesar de su intento universalizador, pronto surgen tendencias pietistas o puramente metafísicas, que desembocarán en numerosas sectas, algunas de las cuales han sobrevivido hasta la actualidad.
La revolución socio-religiosa del budismo mahayana trajo como consecuencia el hecho artístico más importante de todo el mundo oriental: la configuración antropomórfica de Buda y las imágenes de culto de los bodisatvas; porque en su proyecto expansionista por el resto de Asia el mahayana previó la necesidad de atraer la devoción de pueblos extraños, de gente bárbara, a veces animistas, incapaces de comprender la abstracción y el simbolismo iconográfico del budismo primitivo, y para ello nada mejor que una figura humana, que hiciera palpable lo divino y lo transcendental.