Comentario
La pintura y la caligrafía sobresalieron por su fuerza expresiva entre todas las demás artes de este período. Sin embargo, el elemento que habría que destacar, independientemente del medio utilizado, sería el sentido estético de una nueva sociedad que supo unir las diferentes influencias extranjeras a su propia tradición. Materiales como la cerámica, los metales, la laca, la seda o el cristal se utilizaron con una doble apreciación: utilidad y expresión estética.De entre todos ellos destaca la cerámica por su numerosa producción y sus avances técnicos. La prosperidad económica se reflejó también en la difusión y riqueza de los ajuares funerarios, que no sólo se reservaron para la familia imperial y los grandes dignatarios, sino que se extendió entre todas las capas sociales urbanas y campesinas, e incluso en las más remotas regiones. Es evidente que todas las piezas no tuvieron la misma calidad, por lo que no pueden ser tratadas de manera uniforme; si bien las formas fueron las mismas, puesto que el fin último de los mingqi, objetos brillantes, de los ajuares funerarios fue el de sustituir la vida cotidiana.Hemos visto cómo esta costumbre funeraria no es una novedad de la dinastía Tang, sino que se remonta a los orígenes de la civilización; jades, bronces, lacas... dieron lugar al desarrollo de las formas artísticas. Con los Han estos materiales se hicieron tan costosos que fueron sustituidos por la cerámica, material no sólo más económico, sino también más dúctil, susceptible de adoptar cualquier forma requerida. Junto a ello la cerámica fue el material utilizado para el uso cotidiano, dando forma a recipientes para alimentos y bebidas, o para la preparación de los mismos.Las primeras figuras en cerámica destinadas a los ajuares funerarios se modelaban en formas sencillas a las que se aplicaba una decoración pintada con pigmentos y carentes de barniz o engobe. Los alfareros investigaban con óxidos y pastas que dieran a las piezas cierto brillo y color semejante al jade y al bronce, y que resistieran temperaturas más elevadas capaces de afirmar la pasta y tensar las formas.En la época de las Seis Dinastías (220-581), se consiguió aplicar a la cubierta un barniz procedente del óxido de hierro, que, tratado en una atmósfera oxidante, producía un color variable entre el verde-oliva y el verde-mar. Estas piezas se localizaron exclusivamente en los hornos del sur de China, zona tradicionalmente alfarera, por la calidad de la tierra y la abundancia de materiales que posibilitaron pastas y barnices de gran calidad. Partiendo de estas primeras aplicaciones de barniz, se continuó investigando sobre las proporciones de óxido y feldespatos, extendiéndose también a los hornos del norte. Con la dinastía Sui (581-618), se pudo distinguir la producción del sur (cuerpo gris con barniz verde) de la del norte cuerpo con barniz crudo), en unas piezas denominadas yue.Yue es un topónimo de una localidad meridional de China, qué se utiliza para definir una producción cerámica, cuyo denominador común es el color y la pasta, no la forma. Es un gres grisáceo, con una pasta dura, cocida en reducción a la que se aplican barnices feldespáticos por inmersión de la pieza. Dichos barnices producen un tipo de color indefinible en nuestro idioma, que varía entre el verde-oliva y el verde mar, y que en chino se denomina qing: el color de las cosas naturales (en las lenguas occidentales se utiliza la palabra celadón para definir este color, debido a que cuando fue conocido en Occidente -siglo XVII- se relacionó con el color de las cintas que un actor de teatro -Celadón- utilizaba en la representación de una novela pastoril).En realidad, con este color buscaba la integración con la naturaleza, ya que cuando un yue se cae al suelo, debe confundirse con éste por el color natural. Las formas fueron muy variadas: desde cuencos para el té, a jarrones, aguamaniles, cajas para cosméticos, formas zoomórficas... Su producción terminó con las Cinco Dinastías (907-960), pero sirvió de punto de partida a una de las grandes familias cerámicas chinas, los celadones, característicos de la producción cerámica de la dinastía Song.Los yue fueron utilizados en una primera época en los ajuares funerarios hasta verse sustituidos por la producción más característica de la dinastía Tang: las piezas san cai o tres colores. Esta denominación hace referencia a los colores aplicados sobre la pasta cocida, iniciando una tradición que continuó a lo largo de los siglos: Cinco colores, Dos colores, Colores contrastados, Familia Rosa, junto al uso de topónimos para definir los tipos cerámicos.A pesar de ser precisamente con los Tang cuando se descubre el caolín, arcilla primaria, ingrediente básico para conseguir una pasta de porcelana, los san cai no pueden considerarse como tal, siendo su definición correcta, respecto al material, la de protoporcelana.La pasta blanca o marfil, con una dureza a mitad de camino entre la loza y el gres, era moldeada a mano o con moldes dependiendo de la forma final. Una vez cocida y protegida por un engobe blanco, se aplicaba la decoración a base de unos barnices ricos en óxido de plomo y óxidos metálicos, que resistían temperaturas cercanas a los 800 °C. Dependiendo de los porcentajes de los óxidos aplicados y tratados en una atmósfera oxidante, los barnices se transformaban en verdes, amarillos y marrones con sus variaciones de tonalidad. No se van a aplicar como en el caso de los yue por inmersión de la pieza, sino a base de pinceladas sobre las que se superpone un barniz transparente, que impide un diseño lineal.Este procedimiento decorativo es lo más sorprendente de las piezas san cai, que deja al descubierto un sentido plástico totalmente novedoso, conseguido a base de manchas de color, donde el juego espacial lleno/vacío es producto del azar. Así, el alfarero se recrea en la aplicación de una decoración destinada a valorar la forma, realzándola con un fuerte sentido expresionista.Las formas de los san cai tuvieron una ingente variedad; desde las destinadas a uso cotidiano (cuencos, platos, vasijas...) a aquéllas que representaron en los ajuares funerarios, el teatro de la vida dignatarios, guardianes, animales, mercaderes, bailarines, músicos, mujeres...). Es este segundo grupo el más apreciado de la producción san cai, por la capacidad de expresar todo el mundo cortesano y popular de la época, así como por estar entre la estatuaria y la cerámica. En efecto, los grandes guardianes que protegen las tumbas con sus desafiantes actitudes, los caballos y camellos, que sirvieron de montura a cazadores, jugadores de polo o mercaderes y músicos en las caravanas, deben tratarse dentro de la tradición estatuaria china. Tanto los animales como las personas fueron modelados del modo más realista en el momento de ejercer sus actividades. El cazador tensa el arco o lucha contra el animal, el jugador de polo golpea la pelota, el dignatario en su majestad, el músico tocando el instrumento bien en solitario bien como componente de una orquesta y las bailarinas ejercitando sus pasos de baile. Unos son chinos, otros de rasgos más mediterráneos con barbas y bigotes; personajes de color y característico cabello rizado, un mosaico de razas acompañando al difunto tal y como lo había hecho en vida.Muy abundante entre estas figuras funerarias, que no sobrepasan los 50 cm, es la representación del mundo femenino, hecho que no volverá a suceder en la historia del arte chino, dado el papel que tuvo la mujer en la dinastía Tang. La emperatriz Wu Zetian y la concubina Yang Guei Fei así lo demuestran. La mujer fue ensalzada por poetas y pintores, y supo aprovechar el momento de cosmopolitismo que le tocó vivir. Adoptó modas y costumbres; el vestido femenino sube el talle, al mismo tiempo que baja el escote, cubierto sinuosamente con chales de gasa y seda. Las mangas anchas de las mujeres aristocráticas y nobles le permitían añadir elegancia a sus movimientos y mostrar los diseños decorativos de sus sedas, que incorporaron medallones y rosetas procedentes del mundo persa. Fue tan fuerte la influencia de la moda femenina Tang, que en Japón dio origen al kosode, o kimono de largas mangas, y a la superposición de prendas. De esta misma época data la costumbre de vendar los pies a las niñas, como fetiche sexual, que puso de moda la concubina Yang Guei Fei. El maquillaje de labios pequeños, cejas arqueadas y depiladas, colorete en las mejillas y uso de polvos blancos proceden del Tíbet, siendo muy bien aceptado por las mujeres, como muestran las pinturas y las cerámicas san cai. Mujeres bailarinas, músicos, damas de la corte con aristocrático porte, sirvientas... tienen en común la elegancia y serenidad de sus expresiones y movimientos.