Época: Renacimiento Español
Inicio: Año 1527
Fin: Año 1563

Antecedente:
Teoría y práctica de la arquitectura
Siguientes:
Toledo en el siglo XVI
Los primeros trabajos de Covarrubias.
Otros arquitectos toledanos. Francisco de Villalpando
Las obras de madurez
Las últimas obras

(C) Miguel Angel Castillo



Comentario

Dentro de este panorama, la figura de Alonso de Covarrubias (h. 1488-1570) es la que mejor encaja dentro del proceso de decantación clasicista al que hemos hecho referencia. Formado a principios de siglo en el círculo de los Egas, sus primeras obras se encuadraron necesariamente en la estética del gótico. Muy pronto, su conocimiento de la decoración renacentista se manifestó en algunos de sus trabajos que, como el claustro del Hospital de Santa Cruz o la Capilla de Reyes Nuevos de la catedral de Toledo, habían sido trazados por Enrique Egas. Con la década de los treinta, su producción cada vez más apartada de las soluciones platerescas, se orienta hacia la formulación de una arquitectura cada vez más clásica. La sacristía mayor de la catedral de Sigüenza es un buen ejemplo de este proceso que le hizo acreedor, en 1534, del nombramiento de maestro mayor de la catedral de Toledo. Poco después de esta fecha, el cardenal Tavera le encargó la remodelación de los palacios arzobispales de Alcalá de Henares. En esta ocasión, se trataba de regularizar, mediante una drástica intervención, un conjunto de edificaciones medievales que ya habían sido reformadas en tiempos de Cisneros para convertirlas en un verdadero palacio del Renacimiento. Para ello construyó una monumental fachada, cerrada por una galería de arcos rebajados sobre dos pisos de huecos platerescos, un amplio y proporcionado patio, articulado con dos órdenes de columnas que soportan medios puntos en la parte baja y dinteles con zapatas en la superior, y una magnífica escalera donde se concentraba un complejo conjunto decorativo a base de temas heráldicos, trofeos y elementos fantásticos de carácter anticuario. Obras que en su totalidad constituyeron un conjunto de experiencias que necesariamente tuvo que considerar cuando, años más tarde, se le encargó la transformación del viejo alcázar madrileño.
Su nombramiento en 1537 como maestro mayor de las obras reales orientó definitivamente su obra hacia soluciones más clásicas y desornamentadas como ya hemos tenido ocasión de indicar al hacer referencia a su colaboración en los programas constructivos de la corona. En este sentido, gran parte de los edificios trazados en la ciudad de Toledo reflejan perfectamente estos cambios estéticos en la obra de Covarrubias.

Su obra más representativa, con independencia de sus trabajos en el alcázar toledano, es el Hospital de San Juan Bautista, conocido comúnmente como Hospital Tavera o de Afuera. Trazado como edificio de planta rectangular con fachada principal hacia la ciudad, presenta en su interior dos patios gemelos separados, a modo de diafragma, por una crujía limitada por el zaguán y caja de escalera y el cuerpo de la iglesia, cuya disposición recuerda uno de los grabados de la edición vitrubiana de Fra Giocondo. El conjunto, dispuesto conforme a un trazado orgánicamente regular, articulado mediante una estructura clásica y sometido en todos sus detalles a las reglas y proporciones del clasicismo, constituye un completo exponente del gusto italiano defendido en los círculos cortesanos, frente al carácter tradicional de una ciudad como Toledo.

Desde este punto de vista, la construcción de la Puerta Nueva de Bisagra viene a acentuar aún más la identificación de los sectores ciudadanos más renovadores con los principios estéticos adoptados por la corona. Con este nuevo ingreso a la ciudad imperial, Covarrubias logró asociar las antiguas funciones de la vieja Puerta de Bisagra con una nueva imagen urbana, donde se unen el valor clasicista de la arquitectura con el carácter emblemático derivado de la utilización del gran escudo imperial y de los temas alusivos a la monarquía. Concebida como un gran arco triunfal de filiación serliana, su acertada disposición y su aparato ornamental se convierten en un medio idóneo de exaltación de las glorias de la ciudad, asociada desde sus orígenes a la institución monárquica.