Época: Siglo de Oro
Inicio: Año 1519
Fin: Año 1648

Antecedente:
La cultura del Siglo de Oro
Siguientes:
El artesano pintor
El Renacimiento artístico
El Barroco
Zurbarán, Velázquez y Murillo

(C) Ricardo García Cárcel



Comentario

Las artes en el Siglo de Oro se desarrollan entre un doble modelo: Italia y Flandes. Italia se convertirá en paradigma de lo moderno frente a las formas medievales. Pedro Berruguete viajará a Urbino y entrará en contacto con la corte de Federico de Montefeltro. Hernando Llanos y Hernando Yáñez de la Almedina fueron influidos por Leonardo da Vinci. Juan de Borgoña estuvo en el taller de Ghirlandaio. Rafael influyó decisivamente en Juan de Juanes. Pintores como Pedro de Machuca, Luis de Vargas, Gaspar Becerra, Pedro Rubiales, Navarrete el Mudo... estuvieron en Italia en el siglo XVI... Escultores como Bartolomé Ordóñez, Diego de Silóe, Alonso Berruguete trabajaron en Nápoles y Roma. Artistas italianos, por otra parte, abundaron en el siglo XVI (Pablo de San Leocadio, Francisco Pagano, Francisco Peroli, los pintores escurialenses Tibaldi, Cambiaso, Urbino, Cincinatto...), escultores como Fancelli, los Florentino, Leoni... Por la vía del encargo se introdujeron en España infinidad de obras de autores italianos desde Tiziano a Della Robbia. Los tratados arquitectónicos de Serlio y Vignola tuvieron, asimismo, gran influencia teórica en España.
También Flandes y el ámbito germánico dejaron sentir su influjo. Juan de Borgoña, Lauricus Brun, Alejo Fernández, Pedro de Campaña, Hernando Sturm, Antonio Moro... fueron pintores de gran actividad en España. En escultura destaca, al respecto, Felipe de Borgoña. El grabado a la manera nórdica fue muy imitado asimismo en España.

La relación con Italia se intensificará en el siglo XVII. Ribera se instalará en Nápoles al servicio de los sucesivos virreyes. Los viajes a Italia de Velázquez son bien conocidos. El Palacio del Buen Retiro de Madrid fue decorado por los napolitanos Falcone, Spadaro, Stanzione...

La figura del héroe aparece con fuerza en la plástica y en la literatura. Es muy significativa a este respecto la glorificación de Carlos V que llevan a cabo artistas como Tiziano (Carlos V en Mühlberg) o Leone (Carlos V abatiendo el Furor). El convento de San Marcos de León idealiza al Emperador situándolo entre Trajano y Augusto en un conjunto presidido por Hércules.

En el barroco la glorificación del Estado se hace aún más intensa. Madrid polarizará la atención de los artistas. La mayor parte de ellos buscarán en Madrid el mecenazgo político. Los escenarios típicos de la representación fueron el palacio, la iglesia y la ciudad. Destacan construcciones reales como el palacio de Carlos V en Granada o naturalmente El Escorial, que supuestamente pretendían ser la réplica del templo de Salomón. El Escorial se divide en 4 áreas: convento, palacio, iglesia y panteón, con la fijación de la figura cúbica como sinónimo de construcción formal y proporcional.

En el siglo XVII los palacios intensifican su papel de ad maiorem gloriam regis. El Palacio del Buen Retiro es el mejor exponente de la arquitectura de Felipe IV. La nobleza construyó también un sinnúmero de palacios. El duque de Lerma, el conde-duque de Olivares, los virreyes de Nápoles, el duque de Alba, el de Sessa, el conde de Lemos... fueron notables mecenas coleccionistas. La realización del carácter civil tiene su mejor exponente en universidades como la de Salamanca o en ayuntamientos como el de Sevilla (empezado en 1527), Tarazona o Jerez.

La Iglesia aportó su influencia en los retablos y sillerías y, sobre todo, en la escultura funeraria y la imaginería religiosa. Zurbarán sería inconcebible sin este apoyo eclesiástico. Cartujas y monasterios como los de Scala Dei, Guadalupe, Granada; conventos como el de la Encarnación de Madrid o el de la Merced de Barcelona; hospitales como el de la Caridad de Sevilla o de la Convalecencia de Barcelona; infinidad de iglesias... dejan sentir la acción de la Iglesia en estos siglos.

La burguesía, aunque fue precaria, también cuenta entre los promotores del arte. El bodegón o las escenas de género encuentran su lógica en esta cobertura social. Los principales centros artísticos en el siglo XVII son, aparte de la capital, Sevilla, Valencia, Salamanca, Granada, Barcelona, Santiago, Murcia..., observándose un cierto descenso, en su capacidad de aglutinación artística, en ciudades como Toledo y Valladolid. En Madrid se fundó la Academia de Nobles Artes en 1603, y en Sevilla hubo tertulias académicas de Dibujo y Pintura, a instancias de Murillo. En Barcelona se constituyó el Colegio de Pintores en 1688.

Las ciudades captaron la atención artística. El urbanismo barroco es buena muestra. Ahí está como testimonio la Plaza Mayor de Madrid proyectada en 1617, el Paseo del Prado de Madrid, la Alameda de Hércules de Sevilla y el propio trazado urbano de ciudades como Alcalá o Lerma.

La censura influyó también en el arte. Se creó la figura del veedor del Santo Oficio, encargado de examinar las obras de arte y velar por sus valores representativos. Este cargo lo tuvo Francisco Pacheco, suegro de Velázquez.