Comentario
Con la llegada de Felipe V a España en los inicios del siglo XVIII, la corte de Madrid, que se había mantenido replegada sobre sí misma durante los reinados de los últimos Austrias, se abre a diversas influencias europeas. El primer Borbón tratará de reorganizar la corte y su protocolo de acuerdo con el modelo de la corte de Versalles regida por su abuelo Luis XIV, donde Felipe V se había educado. El deseo de dar una nueva imagen de la dinastía borbónica más acorde con los nuevos tiempos y el gusto internacional repercutirá de inmediato en el nacimiento de un arte cortesano, surgido en torno a las grandes empresas constructivas de Felipe V: la Colegiata de La Granja de San Ildefonso y el Palacio Real Nuevo. La construcción de estos dos palacios y la remodelación de Aranjuez con sus respectivos jardines y fuentes, unidas a la gran empresa escultórica del palacio madrileño, van a ser la causa de un desarrollo de la escultura de tema profano realmente espectacular como no se había producido hasta entonces en épocas anteriores. Debemos, por tanto, al primer Borbón el haber situado a la escultura en un primer plano en el concierto de las artes, redimiéndola de la marginación en la que se encontraba dedicada casi exclusivamente a los temas devotos.
Los reyes se esforzaron en traer artistas de fuera que introdujeran el nuevo lenguaje artístico en sus palacios. Así, llegaron numerosos artistas franceses para trabajar en las fuentes de los jardines de La Granja, que fueron un reducto de gusto francés, si bien tocado por la influencia de Bernini. Mas no debe olvidarse que también hubo artistas italianos en la Colegiata, como los arquitectos Juvarra y Sachetti, además del pintor Procaccini y sus discípulos Sepronio Subisati, encargado de la arquitectura, y Domingo María Sani, que tenía como cometido el encargarse de la decoración. En la empresa escultórica del Palacio Real Nuevo se impuso, en cambio, el gusto italiano, además de por sus arquitectos, los italianos Juvarra y Sachetti, debido sobre todo a la gran personalidad de Juan Domingo Olivieri, director de la obra. También Felipe de Castro, director junto a Olivieri, en un momento posterior, del programa escultórico del Palacio, intensifica la línea italiana por sus años de formación y trabajo en Roma. La fundación de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1752 por Fernando VI supone un paso más en el deseo de imponer un nuevo gusto a los artistas. Se facilitaba de este modo que los artistas extranjeros enseñaran a los maestros locales para que éstos pudieran trabajar adecuadamente en el Palacio Real Nuevo.
Juan Domingo Olivieri fue el primer promotor de la fundación de la Academia y más tarde su primer director, impulsando el predominio de lo itálico sobre lo galo. No olvidemos en este punto la gran lección de la Antigüedad, principalmente helenística y romana, que los escultores pudieron conocer no sólo por los modelos de yeso traídos de Italia por Olivieri, sino también a través de la gran colección escultórica de Cristina de Suecia, adquirida por Felipe V e instalada en La Granja en 1725. Asimismo, la Academia pudo disponer de los modelos en yeso de obras de la Antigüedad, traídos por Diego Velázquez de Italia. A través de todas estas iniciativas se impondrá en la corte un nuevo lenguaje escultórico, el del Rococó internacional que impulsará la Academia y estará vigente en los reinados de Felipe V y Fernando VI, verdadero período áureo de la escultura cortesana.