Época: II Guerra Mundial
Inicio: Año 1944
Fin: Año 1944

Antecedente:
Declive italo-alemán

(C) Isabel Cervera



Comentario

En Italia, las fuerzas aliadas (Alexander) avanzaban organizadas en el V Ejército americano (Clark) y el VIII británico (Leese), con tropas de todos los rincones de los Imperios inglés y francés. Los aliados pensaban atacar de frente la línea Gustav y, simultaneamente, desembarcar en Anzio, que estaba a su espalda. De modo que allí saltaron a tierra, el 22 de enero de 1944, numerosas tropas inglesas y americanas. No encontraron oposición pero quedaron cerca de la costa toda una semana y dieron tiempo a que los alemanes llevaran ocho divisiones a Anzio y bombardearan a los desembarcados con artillería y aviación. Las fuerzas aliadas, que atacaban la línea Gustav, en lugar de ser ayudadas por los desembarcados en Anzio, debieron atacar para aliviarles. Los paracaidistas alemanes no habían ocupado el monasterio de Montecassino, que dominaba la línea Gustav, pero cuando fue demolido por la aviación aliada, se parapetaron entre sus ruinas y rechazaron los repetidos asaltos, en los que fue rotando todo tipo de unidades. En mayo, una doble ofensiva desde la playa de Anzio y la línea Gustav hizo retroceder el frente alemán; los paracaidistas de Montecassino resistieron hasta la noche del 17 cuando se retiraron sigilosamente. Al día siguiente, los asaltantes polacos, que habían perdido 4.000 hombres, ocuparon las ruinas y el 25 se unieron los aliados de Anzio y los que llegaban del sur. Kesselring declaró a Roma ciudad abierta y los americanos entraron el 4 de junio. Sin embargo, la retirada alemana no era definitiva. Cerca de Florencia se fortificaban de nuevo en la línea Gótica.
En el frente del Este, la ofensiva soviética de invierno había abierto brechas que los alemanes ya no podían cerrar. Hitler repetía las órdenes de resistir a toda costa, pero la falta de efectivos y las dificultades de suministro eran dramáticas. En cambio, los rusos lanzaban sus modernos carros, seguidos de tropas a pie y a caballo, que vivían en la estepa casi sin intendencia. En el norte, a mediados de enero, los alemanes levantaron el sitio de Leningrado y se retiraron a una nueva línea entre el golfo de Finlandia y el lago Peipus. En Ucrania, los soviéticos atacaban en tres direcciones (Zhukhov, Koniev y Malinovski); en abril, llegaron a la antigua frontera checoslovaca y, en mayo, recuperaron Crimea, que los alemanes habían abandonado por mar.

En el Pacífico, entre febrero y marzo de 1944, el Ejército americano (Mac Arthur) había avanzado isla por isla, hasta las del Almirantazgo, límite norte de Melanesia, en camino hacia Micronesia y Filipinas, donde debía encontrarse con la Marina (Nimitz). Este llegaba desde Hawai, en una conquista naval de archipiélagos lejanos donde era preciso vivir, curar y reparar sobre la marcha, sin tener bases cercanas. Nimitz organizó una enorme Fuerza de Servicio Móvil, formada por transportes, buques hospital, aljibes, petroleros, nodrizas, almacenes de munición, talleres, pontones hidrográficos y diques flotantes.

Su primer objetivo fueron las islas Gilbert. El vicealmirante Spruance encabezó 25.000 marines en 29 transportes, 19 portaaviones, 12 acorazados, 20 cruceros y 59 destructores, dividida en las Task Force 50 (Powell) y 52 (Turnar). El primer ataque al archipiélago comenzó el 20 de noviembre de 1943, encontrándose la mayor resistencia en Tarawa, donde murió la tercera parte de los 5.000 marines desembarcados.

Para el siguiente objetivo, las Marshall, se aprestaron medios más potentes. En primer lugar, la aviación embarcada derribó 150 aparatos japoneses, y los buques del Servicio Móvil fondearon en la desguarnecida isla Majuro, en el centro del archipiélago. El 1 de febrero de 1944 comenzó el araque a Kwajalein, conquistado en cuatro días, luego se asaltó Eniwetok y la Task Force 58 (Mitscher), con nueve portaaviones de ataque, se dirigió a Truk, en las Carolinas, base del grueso de la flota japonesa (Koga). Entre el 17 y 18 de febrero la aviación de Mitscher realizó más de 500 misiones, destruyendo 250 aviones, un destructor y 22 transportes pero no la flota japonesa que había zarpado previamente. Los japoneses variaron entonces de táctica: abandonaron el perímetro de las islas fortificándose en el interior, donde la artillería de los barcos no podía cubrir a los marines, que luchaban difícilmente contra un enemigo dispuesto a morir antes que rendirse. En Kwajalein y Rongelap no hubo supervivientes sino un heroísmo suicida que hacía la guerra más sangrienta sin aumentar las posibilidades de una imposible victoria japonesa. Los americanos estaban ganando la batalla de la aviación, el arma decisiva; contaban con más portaaviones, más pilotos entrenados y un magnífico conjunto de aviones que aventajaban a los japoneses, los cazas F-6 y F-3 Hellcat, P-38J Lightning, F-4U Corsair, bombarderos en picado SB2C-1 Helldiver, el torpedero TBF-1 Avenger y las superfortalezas B-29.

Eliminar el poder aéreo japonés se convirtió en el objetivo principal y la campaña de las Marianas se orientó a conquistar los aeródromos. Desde febrero, los portaaviones de Mitscher atacaban el archipiélago destruyendo numerosos aparatos. En junio, la V Flota (Spruance) partió hacia las Marianas con tres divisiones de marines, 27 portaaviones, 14 acorazados, 23 cruceros y numerosos buques menores que, el 15 de junio, bombardearon Saipan y desembarcaron 20.000 marines. Los japoneses reaccionaron lanzando la 1ª Flota Aérea (Kakuta) y la 11 Escuadra Móvil (Ozawa) contra los barcos americanos. Su primera oleada de 69 aparatos perdió 42; la segunda, de 128, perdió 100 y las dos siguientes no lograron ningún blanco.

Paralelamente, los bombarderos americanos destrozaron a los aviones de la 1.ª Flota Aérea y los submarinos hundieron los portaaviones Shokaku y Taiho. Al día siguiente, los aviones americanos hundieron el portaaviones Hiyo, averiaron otros tres y derribaron unos 100 aviones. Apoyados por su éxito, tres divisiones de marines desembarcaron en Saipan, donde residían unos 31.000 japoneses entre militares y civiles. La batalla fue terrible y cuando los americanos tomaron ventaja, el almirante Nagumo, el general Saito y casi todos los enfermos del hospital se suicidaron. Al día siguiente, 3.000 supervivientes lanzaron un ataque suicida y mujeres y niños se arrojaron por los acantilados. En las Marianas perdieron los japoneses 26.000 vidas y 1.200 aviones con sus tripulantes. Una estrategia razonable habría llevado a los americanos a conquistar las Riu Kiu pero Mac Arthur deseaba tomar las Filipinas. En Japón las últimas derrotas costaron la caída del Gobierno del general Tojo y la formación del nuevo gabinete del general Kuniaki Koiso, que se propuso defender Filipinas.