Época: Roma
Inicio: Año 27 A. C.
Fin: Año 305




Comentario

Con Augusto se inaugura el Imperio, un sistema en el cual el poder político real estaba en manos de un solo individuo, el emperador, en virtud de su imperium maius y de la auctoritas derivada de la tribunicia potestas y secundariamente de los otros títulos concedidos al emperador. El Senado quedó reducido a un órgano de apoyo de ese poder político.
Se habla de Alto Imperio para referirse al periodo que va de Augusto a Diocleciano y de Bajo Imperio para aludir a los años que median entre Diocleciano y la caída del Imperio Romano en Occidente.

El régimen inaugurado por Augusto presenta algunos rasgos que tienen precedentes en épocas anteriores de fines de la República. Más aún, Augusto procuró presentarse como un continuador de la tradición republicana, por más que la realidad de su nuevo régimen distara mucho de aquélla. Por ello, la historia inicial del Imperio va unida a la ambigüedad política de Augusto.

Una de las primeras medidas llevadas a cabo por Augusto fue la reducción del número de efectivos militares, así como diferentes reformas encaminadas a organizar el ejército de manera más adecuada para la protección de fronteras. Su objetivo fue fijar los límites del territorio imperial frente a barreras naturales (ríos, desiertos o mares). Para reforzar esa medida estratégica, se sirvió del apoyo de Estados amigos, realmente clientes, que con sus propios medios protegieran algunas fronteras más inestables. La tercera medida sería acabar con las bolsas de resistencia de algunos pueblos en el interior de las fronteras, como los cántabros o astures. Con Octavio Augusto, el territorio romano legado por César se incrementa al conquistar la cornisa cantábrica, los Alpes, Retia, Nórico, la Panonia, Mesia, Galacia, Licia y Egipto.

Entre los objetivos de Augusto estuvo también la reforma urbanística y administrativa de la ciudad de Roma así como la creación de una nueva administración para Italia y las provincias imperiales. Las provincias senatoriales conservaron durante un tiempo la estructura administrativa de época republicana.

Entre los años 14 y 68 los miembros de la familia Julia-Claudia, herederos de Augusto, se suceden en el poder: Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. La sucesión dinástica se verá interrumpida por la guerra civil que se librará en el año 68 entre los tres emperadores que gobernaron ese año: Galba, Vitelio y Otón. Los Flavios serán los que acaben con este primer período de crisis que vive el Imperio.

A lo largo de esta etapa se aprecia una evolución social y la aparición de nuevas tendencias ideológicas, al mismo tiempo que Italia y las provincias viven momentos de esplendor.

En lo social, durante los Julio-Claudios, la estructura estatutaria presentó modificaciones sustanciales. Bastantes provinciales accedieron al Senado. También los miembros del orden ecuestre y, en mayor número, del orden decurional se encuentran en las ciudades romanizadas de provincias. Si la entrada masiva a los altos rangos de los órdenes y, por lo mismo, a las responsabilidades en el gobierno central de esos provinciales es aún baja en relación con los procedentes de Italia, sin embargo se están poniendo las bases para que su presencia sea muy numerosa a partir de los Flavios.

Los grupos sociales dependientes consiguen ahora una mejora sustancial de sus condiciones. Las revueltas de esclavos de la época de la crisis de la República, así como la menor adquisición de esclavos en las guerras o en los mercados, fueron dos factores básicos que contribuyeron a una progresiva modificación del sistema esclavista.

La influencia de Oriente será la pauta principal en el terreno ideológico durante la época de los Julio-Claudios. El desarrollo del cristianismo y del estoicismo marcarán este primer siglo en el que se manifiesta un ligero cambio en las concepciones religiosas del Imperio.

El principado de los Flavios (69-96) se caracteriza por la coherencia, el buen sentido y el apego a la realidad. Vespasiano, Tito y Domiciano no formaban parte de una familia de rancio abolengo ni de grandes riquezas. La asociación en el gobierno del sucesor y la participación contemporánea de los tres en diversas magistraturas hace difícil separar, en todos los casos, las aportaciones particulares de cada uno. Vespasiano y sus hijos se presentaran como auténticos gobernantes dotados del poder supremo. El régimen era el de una monarquía en el sentido etimológico del término, con viejas herencias de formas republicanas. Los senadores perdieron casi toda su capacidad política para ser destinados a responsabilidades administrativas. La dinastía Flavia, entre 68 y 96, sólo ampliará el Imperio a los Campos Decumates y la zona central de Britania.

A los Flavios les sucederán los Antoninos (96-193), nombre genérico de los emperadores Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío, Marco Aurelio y Cómodo, cuya política se puede considerar sucesora de los Flavios en numerosos aspectos. Dacia y Arabia serán las incorporaciones de la dinastía Antoniana a lo largo del siglo II.

La solidez de la maquinaria administrativa heredada no exigió a Trajano más que intervenciones destinadas a seguir manteniéndola con un alto grado de eficacia. La época flavia había estado marcada por el mayor peso económico y social de las provincias occidentales frente a Italia y Oriente. Trajano toma medidas para frenar el declive de Italia; la institución de los alimenta inaugurada por Nerva adquiere su pleno desarrollo bajo Trajano.

Durante el imperio de Adriano se llevará a cabo una intensa reforma administrativa, siendo uno de sus elementos más destacados la división de Italia en distritos.

La política administrativa de Antonino sigue la misma línea que la de sus antecesores, destacando las medidas destinadas a un mejor trato de los esclavos. La gestión fiscal debió ser positiva habida cuenta del saldo del Tesoro tras el fallecimiento del emperador.

El gobierno de Marco Aurelio supuso una mayor autonomía y más competencias para el Senado. Los ingresos fiscales disminuyen, pero se mantienen los compromisos con la plebe romana. Se gasta menos en construcciones públicas, el Fisco es más eficaz aún que en el pasado y no se está en momentos económicos de expansión; las ciudades del imperio manifiestan signos de austeridad, pero aún no de crisis.

El gobierno de Cómodo (180-192), con el que acaba la dinastía de los Antoninos, se nos presenta como una dura pugna con el grupo senatorial, al apoyarse el Emperador en los caballeros para las tareas gubernamentales. En ese marco de hegemonía de los caballeros, hay que entender la línea pacifista con la que se inicia y continúa el régimen de Cómodo.

El asesinato de Cómodo provocará una profunda crisis donde Senado, pretorianos y ejército se disputarán el poder. Diversos generales se proclamaran emperador con el apoyo de sus tropas, aunque el más fuerte de ellos fue Septimio Severo, quien se impuso a Pescenio Niger en Oriente y a Clodio Albino en Occidente, saliendo vencedor de la guerra civil. La contienda no sólo reforzó la posición militar de Septimio y le brindó la ocasión de eliminar a los adversarios, sino que fue aprovechada para introducir reformas administrativas y mejorar su hacienda privada.

Septimio Severo inaugura una nueva dinastía, la de los Severos (197-235), en la que encontramos se engloban cinco emperadores en Roma: él mismo, Caracalla, Macrino, Heliogábalo y Alejandro Severo. Las luchas en las fronteras y el creciente poder de sus mujeres a través del consejo privado serán los elementos que caractericen estos gobiernos. En lo exterior, los Severos tomarán parte de la actual Argelia.

Entre los años 235 y 300 la única prioridad de Roma será la defensa de las fronteras del Imperio ante los continuos ataques de poblaciones exteriores, en una situación de absoluta anarquía. La presión de los bárbaros en las fronteras del Imperio motivará que el ejército asuma el poder a partir del 235, momento conocido como la Anarquía militar. La lucha contra los enemigos del Imperio será la prioridad única de estos emperadores-soldados que serán sacrificados por la defensa del Imperio. El ejército ocupa el papel prioritario en la política del momento, eligiendo a los emperadores que consideran más cualificados para la guerra.

Una revuelta militar en el año 284 salvó al Imperio, proclamándose Diocleciano emperador. En este momento se abre un período durante el cual se logró tanto la superación de la larga crisis política anterior como la elaboración de una serie de medidas que afectarían directamente a la evolución del mundo romano bajo-imperial. La crisis económica y religiosa serán nuevas complicaciones que unir a la tensión militar.

Durante el gobierno de Diocleciano se estableció la tetrarquía, sistema por el cual se repartía el imperio entre dos augustos y dos césares. Para Constancio Cloro irá la zona occidental; Maximiano tendrá el territorio de Italia y buena parte del África septentrional; Galerio recibe la Europa oriental, mientras que Diocleciano se verá recompensado con los territorios asiáticos y Egipto.

También se dividió el Imperio en 12 distritos administrativos o diócesis y en 101 provincias. El Imperio se convierte en monarquía absoluta, bajo un emperador divinizado asesorado por un consejo de la corona. Los ciudadanos pasan a ser súbditos (subiecti) del Señor-Dios (Dominus), y los campesinos quedan vinculados a la gleba (colonato).

La abdicación de Diocleciano en el año 305 demostrará la falta de eficacia del sistema tetrárquico sin una figura de peso que lo dirigiera. Esta fecha marca el inicio del Bajo Imperio.