Comentario
Desde que el emperador Maurya Ashoka se convirtiera al budismo en el año 260 a. C. hasta la caída del último emperador Gupta en el año 490 d. C., toda India vivió unificada bajo la ética budista y la producción artística floreció al compás del budismo, bajo el directo mecenazgo de los aristócratas y de los ricos comerciantes.
Durante ocho siglos el arte plasmará la evolución del budismo. Primero, durante la época Maurya, se encarga de evidenciar el necesario equilibrio entre moral y sociedad para consolidar un imperio; de ahí la casi única, aunque masiva, producción de stambhas (pilares que concentran las corrientes energéticas) como obra artística patrocinada por la corte, para ser colocadas en todos los puntos de encuentro concurridos; por eso también las stambhas se adornarán con una repetitiva iconografía budista, cuyo lenguaje simbólico potencia el gobierno imperial y la comunidad monacal, mientras sólo algún pequeño detalle refleja el naturalismo tradicional.
Después, cuando el budismo ha sido plenamente aceptado, el arte se encargará de adoctrinar al pueblo decorando las stupas (monumentos funerarios de peregrinación) con un lenguaje que ha abandonado el estilo heráldico y efectista Maurya, para recrearse con el mayor desenfado popular en una narrativa cuajada de elementos costumbristas, bajo el gobierno local de los príncipes Shunga y Andhra.
A partir del siglo II d. C. y bajo el dominio Kushana, el budismo inicia su expansión, cuya vía de penetración más importante será la Ruta de la Seda. Este afán proselitista tiene una consecuencia en el arte de máxima importancia, puesto que por primera vez configura una imagen antropomórfica de Buda. Junto a Buda, los talleres escultóricos de Gandhara, Mathura y Amaravati exportan bodisatvas, que personifican cualidades budistas y que funcionan en la iconografía asiática con un papel similar al de nuestros santos. Desde este momento el gran protagonista del arte budista es la figura de su fundador, Buda.
Por fin, la elevada categoría intelectual de la cultura Gupta purificará el budismo, fundando universidades en las que su estudio se convierte en metafísica; la imaginería Gupta plasmará esta tendencia intelectual en unos Budas abstractos, inmateriales, cuyo estilo se plantea en un total purismo volumétrico. Sin embargo, todo el resto de la producción artística, sea o no budista, capta el fervor popular con unas figuras principescas, plenamente humanas, palpitantes de vida y de terrenidad. La nueva fuerza popular se apoya en las ancestrales tradiciones que acabarán dando el triunfo al hinduismo, pero que el budismo ha sido incapaz de canalizar hasta entonces y que terminarán por eclipsarlo debido a su excesivo sincretismo final, como muy bien demuestra la miscelánea iconográfica del estilo post-gupta bengalí.
Ya se han mencionado algunas de las piezas principales del arte budista como stambhas, stupas, budas y bodisatvas, pero sería conveniente especificar todas desde un principio y para ello es necesario remontarse, aunque muy brevemente, a la historia del budismo.
Buda, antes de nacer históricamente como el príncipe Siddhartha Gautama, tuvo múltiples reencarnaciones como animal (mono, ciervo, elefante...) y como humano (príncipe Mahayanaka, Visvantara...). Todas estas vidas anteriores de Buda se denominan jatakas (nacimientos) y constituyen la narrativa más popular durante los estilos Shunga y Andhra del budismo hinayana, cuando todavía no se ha creado la imagen de culto de Buda, aunque siempre continuarán teniendo importancia en la iconografía budista.
La vida ejemplar de Siddhartha Gautama, los principales pasajes que le llevan a fundar el budismo (Cuatro Encuentros, Iluminación y Sermón de Sarnath), así como su vida pública de predicación hasta su muerte (Paranirvana) con ochenta años, suponen el estilo más realista y son fundamentales en toda la iconografía mahayana.
A continuación hay que distinguir budismo hinayana y mahayana. El hinayana (pequeño vehículo) se prolonga desde la fundación del budismo en el siglo VI a. C. hasta mediados del siglo II d. C. Dejando al margen cuestiones doctrinales, el budismo hinayana no admite la representación humana de Buda como tal y alude a él por medio de la nada, del vacío, de la huella de las plantas de los pies; también a través de alguna reencarnación anterior o de algún objeto simbólico como la dharma-chakra (rueda de la ley), la caracola (voz de Buda), el boddhi (árbol de la Iluminación), etc. Fundamental es el león, animal emblemático del clan principesco de los Sakya en el que nace Buda; este león, de aspecto heráldico recorrerá la Ruta de la Seda e irá evolucionando hasta convertirse en el león-dragón de Extremo Oriente, recibiendo el título chino de león de Fo (Fo significa Buda); suele representarse en pareja (macho-hembra) y simboliza la protección del lugar en que se encuentra.
El budismo mahayana (gran vehículo) o budismo de expansión surge en torno al año 150 d. C. y se prolonga hasta nuestros días. Potencia la imagen de culto del propio Buda (Buddha, iluminado) con una serie de atributos que aluden a su naturaleza superior y que se llaman lakshana: samapada o postura recta de las principales divinidades indias; puede ir de pie o sentado en yoga; aureola o nimbo de santidad que se puede convertir en un mandala o cosmograma de las corrientes energéticas del universo; ushnisha o peinado en moño, símbolo de la vida espiritual concentrada o de la meditación; urna, llama, círculo o lunar, esculpido o pintado en el entrecejo y que simboliza la iluminación; párpados entornados con la pureza de los pétalos de la flor de loto; sonrisa de serenidad; lóbulos de las orejas alargados, símbolo de sabiduría; pliegues en el cuello, símbolo de felicidad; manto monacal cruzado en el hombro izquierdo, símbolo de austeridad; puede insinuar el cíngulo o cordón monacal, significando su vínculo a la comunidad budista; pies descalzos como símbolo de mendicidad; puede ir sobre un variado pedestal, que generalmente es la flor de loto, símbolo de pureza porque nace inmaculada del fango y de universalidad debido a la disposición radial de sus pétalos. Se comunica con el fiel gracias a las mudras (gesticulaciones de las manos) y, rara vez, por medio de algún objeto ritual.
Todas las escuelas artísticas acaban definiendo un prototipo de imagen de Buda que, participando de todos los lakshana, reúna las características propias de cada escuela, de manera que desde el punto de vista artístico se puede llegar a hablar del Buda de Gandhara, el Buda de Mathura, el Buda de Amaravati y el Buda de Sarnath, entre los más importantes dentro del arte indio. La adhesión que el arte indio mostró por un prototipo de imagen de culto se explica por la creencia de que algunas de ellas poseen una eficacia mágica y por considerar que las copias participan del poder del original.
Otra creación importantísima del mahayana es la figura del bodisatva (bodhisattva, ser iluminado), que personifica cualidades budistas (pureza, protección, compasión...) y que altruistamente renuncia al nirvana, momentánea o definitivamente, para quedarse en la tierra ayudando a otras almas a encontrar la iluminación. Se le representa con atuendo principesco a la usanza de cada dinastía gobernante, y solamente la urna en el entrecejo y algún objeto simbólico alusivo a su cualidad (loto para el de pureza, kundika o botellita de elixir para el de compasión, vajra o rayo para el de sabiduría...) permiten identificarlos como una imagen de culto budista; llegan a constituir auténticos retratos con un gran valor documental.
Toda esta iconografía budista sirve tanto para imágenes de culto en los templos como para decoración de monasterios y monumentos budistas. Los hechos arquitectónicos de mayor relevancia en el arte budista son stupas, chaityas y viharas.