Época: Ilustración española
Inicio: Año 1700
Fin: Año 1800

Antecedente:
El Siglo de las Luces
Siguientes:
La Ilustración oficial en Ultramar
La Ilustración regional en Ultramar
La renovación ideológica en Ultramar
El pensamiento económico y social
La Ilustración cristiana en Ultramar
La ciencia colonial
Literatura y arte en Ultramar
Los límites de la Ilustración en Ultramar

(C) Carlos Martínez Shaw



Comentario

La Ilustración americana y filipina presenta unas características que la convierten en buena medida en una versión provincial de la Ilustración metropolitana. De hecho, las similitudes se observan en las fuentes, en los contenidos, en el programa de modernización, en las instituciones que promueven las Luces: poco las Universidades, algo más las Sociedades Económicas de Amigos de País o los Consulados, mucho más los centros educativos de nueva planta, como los Colegios Carolinos o los Jardines Botánicos.
En todo caso, puede discutirse si la influencia europea alcanza las regiones americanas por vía directa o a través de la mediación metropolitana, es decir en qué manera se articula la misma doble vía que seguía el tráfico comercial. También puede discutirse hasta qué punto se produce una refracción de ideas en el necesario contraste de los conceptos recibidos con la diferente realidad observada en las Indias. Finalmente, se puede enfatizar como factor positivo la mayor facilidad de acceso a las fuentes (menor espesor del pensamiento tradicional, contacto directo con la publicística europea, menor operatividad de la censura inquisitorial, etc.) o se puede subrayar como factor negativo el alejamiento de los lugares donde se expandían más profusamente, donde brillaban con más intensidad las Luces, como se quejaba en Guatemala el médico José Felipe Flores: "De suerte que si como yo he vivido en la gurupera del mundo hubiera estado en otra parte, yo hubiera hecho más de una fachendada". O como declaraba el ilustrado quiteño Eugenio Espejo (Francisco Javier Eugenio Santa Cruz y Espejo): "Estamos en el ángulo más remoto y oscuro de la tierra, a donde apenas llegan unos pocos rayos de refracción de la inmensa luz que baña a regiones privilegiadas".

Sin embargo, sin minusvalorar estos rasgos propios, tal vez el gran factor de diferenciación es el criollismo. Si una de las mayores conquistas del movimiento intelectual ilustrado en la metrópoli fue el descubrimiento de España, la difusión de las Luces en las Indias españolas fue responsable del despertar de la conciencia de América. El fenómeno no era nuevo, pues el siglo XVI ya había dado cuenta de la diferencia de la naturaleza americana (como se puede ver por ejemplo en la obra del padre José de Acosta), mientras el siglo XVII ya había alumbrado el orgullo de la excelencia americana (como se puede comprobar por ejemplo en la obra de Bernardo de Balbuena), de modo que los escritos de Lavardén o Landívar, o de muchos otros, no hacían sino prolongar una corriente que tenía ilustres precedentes.

La novedad de la Ilustración es la plasmación de esta diferencia en un pensamiento político. Si en España las Luces sirvieron para poner en entredicho las bases del sistema, en un abanico desplegado desde el reformismo (críticas contra el sistema fiscal o contra la perpetuación de los mayorazgos) a la opción liberal (liberalismo económico o constitucionalismo), en América las Luces permitieron formular una alternativa a la consideración misma del carácter colonial de los reinos de América.

Es cierto que las posiciones no fueron unívocas. El jesuita español Juan Nuix defendió desde un punto de vista ilustrado la obra de España en América. Del mismo modo, José Baquíjano y Carrillo (como muchos de los ilustrados criollos) no buscaron más que la reforma del sistema colonial o la modificación en favor de los españoles americanos de las relaciones de dependencia mantenidas desde la metrópoli. Sin embargo, aquí el extramuros liberal terminó significando una apuesta por la independencia de las Indias, por la implantación de un nuevo sistema económico, social y político que implicaba necesariamente la ruptura de los vínculos con la Monarquía española. Esa es la verdadera originalidad de la Ilustración americana, que incluso en este extremo pudo encontrar comprensión en el campo de los liberales metropolitanos, como pudo

demostrar el pronunciamiento de Rafael del Riego.