Época: Arnhem/Ardenas
Inicio: Año 1939
Fin: Año 1945

Antecedente:
Las resistencias
Siguientes:
Polonia
Noruega
Dinamarca
Países Bajos
Bélgica
Luxemburgo
Grecia
URSS
Checoslovaquia
Austria
Albania
Italia
Bulgaria
Rumania
Hungría
Estonia, Letonia, Lituania
Finlandia
Alemania

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

La invasión y ocupación por parte de los países del Eje -Alemania e Italia- de otros Estados europeos hizo aparecer un fenómeno que, pese a ser, en general, antiguo y frecuente en la historia, no deja por ello de resultar extraño e inesperado en el segundo conflicto mundial, que inicialmente no fue sino una guerra tradicional más entre ejércitos regulares. Nos referimos a lo que se llamó la resistencia, es decir, la oposición pasiva o activa al invasor o al propio régimen ligado al invasor alemán, italiano o de otros países del Eje. Es decir, a la resistencia pasiva o activa al invasor, se añadió, al contrario que en la I Guerra Mundial, la no aceptación de la derrota -"Francia ha perdido una batalla pero no ha perdido la guerra", dirá De Gaulle- y el propósito de continuar la lucha desde dentro y desde fuera del país, clandestinamente en el primer caso; con apoyos exteriores de los aliados en el segundo, creando Gobiernos en el exilio que se coordinarán con la resistencia interior. De este tipo será la resistencia de Polonia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Grecia, Yugoslavia y la URSS (8). Del mismo tipo será la de tres países, Checoslovaquia, Austria y Albania, ocupados antes de la guerra, con la diferencia de que la Resistencia comenzará también antes, a partir del momento de la ocupación.
Hay otro tipo de resistencia, que surge en el seno de los propios países del Eje -Italia, Bulgaria, Rumania, Hungría, Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia y Alemania- durante la guerra o, en el caso de Estados con regímenes totalitarios, desde antes de la guerra, con el concurso creciente de la población a medida que sus ejércitos van siendo derrotados, y siempre buscando el modo de romper la alianza con Alemania y salir de la guerra. Esto llevará a intentos de declaración de paces separadas y a oposiciones armadas; asimismo, una parte de las tropas de algunos de los países aliados de Alemania se unirán a las resistencia locales existentes en los que se encuentran ocupados -es el caso de Italia-.

La contribución de las resistencias a la victoria aliada será desigual, según los países, pero en casi todos ellos resultará básica para el desarrollo político posterior a la guerra, y en algunos casos llevará a cambios revolucionarios. Las resistencias más importantes política y militarmente serán la yugoslava, la italiana y la francesa, seguidas de la soviética, griega, albanesa, noruega, polaca, búlgara, rumana, holandesa y belga y, a cierta distancia, la checoslovaca, danesa y húngara, y otras.

La resistencia, por lo general, une en un frente único a las distintas fuerzas políticas, pero en algunos países -Yugoslavia, Grecia, Albania, etc.- no será así. En general, la mayor contribución a la lucha política y armada la realizaron los comunistas, los mejor organizados y más combativos, seguidos a cierta distancia por socialistas y socialdemócratas y, en algunos países, por los democristianos. Ciertas derechas anti-Eje acabarán colaborando con los invasores con el fin de eliminar a las izquierdas. Las resistencias combatirán también a los colaboracionistas y "quislings", por lo que dentro de la guerra mundial se dirimirán verdaderas guerras civiles.

Otro de los objetivos de las Resistencias será el de "rescatar" el "honor nacional" tras la derrota militar, o a causa de la colaboración con el Eje.

¿Cómo son las resistencias? Las modalidades son numerosas: resistencia pasiva -del propio poder, económica, popular- (9); huelgas; propaganda y contrapropaganda, prensa y radio clandestinas; acción directa -ayuda a evadidos; evacuaciones; etc.-; redes de información; sabotajes de todo tipo; atentados a individuos o grupos -para desmoralizar al enemigo o al colaborador, y para forzar la represalia y por tanto la adhesión popular a la resistencia-; finalmente, la guerrilla en determinadas regiones de un país, que tratará de ir liberando nuevas porciones del territorio, atrayendo sobre sí cada vez a más tropas enemigas y destruyéndolas en cada vez mayor número, erigiendo algún tipo de organización y buscando nuevas adhesiones, y manteniendo al adversario en constante inseguridad. En ocasiones se da sólo una o algunas de estas modalidades; otras veces, todas.

La resistencia, sobre todo si es armada, no se lleva bien con los aliados, que temen la guerra popular y la presencia de la izquierda, y sobre todo de los comunistas. No existe una política elaborada respecto a la resistencia, y durante un tiempo demasiado largo los aliados incluso la ignorarán.

Los únicos que desde un primer momento intuyeron la importancia de la resistencia fueron los británicos -y en particular Churchill-, que crearon el SOE -Ejecutivo de Operaciones Especiales, en castellano- en julio de 1940, con el fin de coordinar y ayudar con suministros a los grupos anti-Eje. Hasta 1942 estarán solos, pero luego los norteamericanos colaborarán, y muy ampliamente desde 1944. Londres acogerá a los gobiernos en el exilio, de izquierdas o derechas. Washington pensará, en cambio, que todos los movimientos de resistencia son comunistas o izquierdistas, y mostrará una gran incomprensión hacia los asuntos europeos. Los soviéticos intervendrán poco fuera de sus fronteras y ayudarán a las resistencias del Este. En conjunto, los aliados pretenderán que estos movimientos se mantengan en un plano subordinado, y aspirarán a mantener -los occidentales, se entiende- las sociedades que los partisanos quieren destruir.

Sólo tardíamente reconocerán la gran importancia político-estratégica de la resistencia, los enormes sacrificios del pueblo partisano y el impacto psicológico de tal acción. Es cierto que no es fácil evaluar la contribución militar de la resistencia, y que ésta no habría triunfado, o habría sido congelada, o habría vencido sólo muy a largo plazo, sin la ayuda aliada. Pero sin duda fue notable, y contribuyó a reforzar moralmente a pueblos muy maltratados por su historia reciente. En la resistencia hubo excesos, xenofobia, racismo, fanatismo, en algún momento, pero también hubo patriotismo, igualitarismo, sacrificio, honradez e idealismo, además de valor, heroísmo y maduración política (10).

En cuanto a los alemanes, nunca comprendieron el fenómeno resistente y, salvo intentos de captación o utilización de quien podía colaborar o se ofrecía a ello, su política fue extremadamente dura e inhumana, en particular en el Este, con la "traidora" Italia, o con los comunistas y judíos. Y, desde un punto de vista práctico, estúpida (11). Las devastaciones, deportaciones, matanzas, etc., hicieron el resto.